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Emilio J. González

Un ejercicio de humildad

Si le preguntamos por ello al Gobierno, probablemente su respuesta será que gracias a su política las cosas en el mercado de trabajo van a estar mucho mejor de lo que pensamos cuando la economía se desacelere

No me cabe la menor duda de que, dentro del triunfalismo de cifras económicas en que se haya inmerso estos días el Gobierno, el Ejecutivo va a hacer una lectura muy positiva de los datos de paro correspondientes al mes de noviembre. El desempleo ha subido, un 1,5 por ciento para ser precisos, y se ha situado nuevamente por encima del nivel de los dos millones de parados, pero también este incremento ha estado por debajo de la media de los seis últimos años. Si, además, se añade que, por octavo mes consecutivo, el desempleo se ha reducido en términos interanuales, entonces vamos directamente a la versión del "España va muy bien" con que nos viene regalando en las últimas semanas Zapatero. Y si solo miramos estas cifras, desde luego, la economía española marcha de maravilla y goza de muy buena salud. Pero, ¿por cuánto tiempo van a seguir así las cosas, sobre todo si el Gobierno no lleva a cabo reformas estructurales?

Esta cuestión no es, ni mucho menos, gratuita porque son cada vez más los economistas que están advirtiendo de la aparición de signos y síntomas claros de que esto se acaba, aunque las cifras del paro todavía no lo reflejen. Esa evolución positiva del desempleo está ligada a un crecimiento de la economía española que sigue siendo fuerte, del 3,8 por ciento para este año según las últimas previsiones que ha empezado a avanzar el Ejecutivo. Pero la advertencia que están realizando los expertos no se refiere al día de hoy, en el que ya sabemos lo que hay, sino al de mañana, que es donde perciben la aparición de problemas, en unos casos ligados a las subidas de los tipos de interés y su repercusión sobre unas familias muy endeudadas, en otros a la posibilidad de que, de aquí a uno o dos años estalle la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, cosa de la que ha advertido hasta el ex gobernador del Banco de España y coautor del programa económico del PSOE Luis Ángel Rojo; en otros a la pérdida continua de competitividad de la economía española a causa de la inflación, a la que se refiere, incluso, hasta el nuevo gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Por tanto, y ante tal acumulación de advertencias, lo más lógico es pensar que esto se acaba. Y después, ¿qué? ¿Qué va a pasar con la evolución del desempleo si esas adversidades que se nos vienen encima se materializan?

Si le preguntamos por ello al Gobierno, probablemente su respuesta será que gracias a su política las cosas en el mercado de trabajo van a estar mucho mejor de lo que pensamos cuando la economía se desacelere. Pero entre las cifras que ha facilitado el Gobierno respecto a su evolución en noviembre hay un dato que, puesto en un contexto de evolución en los últimos años, narra una historia muy diferente a la del Ejecutivo. Se trata del porcentaje de contratos indefinidos sobre el total de contrataciones. Hace diez años, dicho porcentaje se situaba en el 10 por ciento, en noviembre estuvo en el 13,9 por ciento, un porcentaje similar a los alcanzados durante los años de gobierno del PP gracias a las reformas laborales que el Partido Popular puso en marcha. Esto demuestra que el Ejecutivo de Zapatero no ha hecho nada al respecto, por mucho que el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, insistió una y otra vez en la importancia de disminuir la temporalidad en el empleo y de las medidas que su Departamento había tomado al respecto. El resultado es éste: todo sigue igual, tal y como lo dejó el PP. Si tenemos en cuenta, además, que el Gobierno apenas ha tomado medidas que afecten al mercado de trabajo, como tampoco ha llevado a cabo reformas estructurales que resuelvan los problemas de inflación o de vivienda, por poner tan solo dos ejemplos, entonces cabe concluir que cuando vengan los tiempos de vacas flacas, éstas alcanzarán tanto al crecimiento económico como a la evolución del empleo.

A la luz de este análisis, por tanto, el Gobierno haría bien en bajarse del carro del triunfalismo y mostrar un poco de humildad porque si hoy las cosas van bien en materia de desempleo no es por lo que han hecho ellos, sino sus antecesores. En cambio, si mañana van mal, la responsabilidad, entonces, sí será suya por no haber hecho sus deberes, como es su obligación.

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