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Tibor R. Machan

Estatismo partidista

La realidad nos la anunció hace mucho tiempo Lord Acton: "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". La corrupción abunda en los gobiernos, no importa si es la derecha o la izquierda quien esté en el poder.

Tanto los partidos de derecha como los de izquierda cometen un imperdonable error. Los conservadores tratan de asustarnos con la inmigración, la decadencia de los valores morales, la amenaza del terrorismo, etc. Y aunque suelen pensar que el gobierno no puede hacer mucho para mejorar la economía –el desempleo, el déficit en la balanza comercial, los intereses, etc.– sienten exagerada confianza en que el gobierno podría resolver aquellos problemas con los que tratan de asustarnos. Gobierno sí para unas cosas, pero no para otras.

La izquierda moderna no es diferente. Cuando se trata de problemas que consideran muy graves –salarios bajos, calentamiento global, especies en peligro de extinción, corrupción y avaricia empresarial– acuden al gobierno para que los solucionen. Hillary Clinton quiere revertir las rebajas de impuestos y sacarnos más dinero para socorrer a los más necesitados. Pero esa lealtad al estatismo da una vuelta completa cuando denuncian las violaciones del gobierno a las libertades civiles y por inmiscuirse en nuestras vidas privadas. De nuevo, Gobierno sí, pero Gobierno no.

¿Cómo pueden confiar en el Gobierno para unas cosas y no para otras? Bueno, cada lado pretende que, cuando ellos lleguen al poder, todo será bueno. La realidad nos la anunció hace mucho tiempo Lord Acton: "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". La corrupción abunda en los gobiernos, no importa si es la derecha o la izquierda quien esté en el poder.

Y la gente razonable lo sabe porque el gobierno no existe para hacer todas aquellas cosas que tanta gente quiere que gestione. Los próceres fundadores de la nación lo sabían, por lo cual le asignaron al Gobierno una única responsabilidad: asegurar el derecho de los individuos a la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de su felicidad, nada más y nada menos. Se trata de una inmensa y difícil tarea, más que suficiente para mantener al gobierno adecuadamente ocupado.

Lo demás no es jurisdicción del Gobierno y por eso suele hacerlo tan mal, como lo hemos visto y sufrido una y otra vez. Así, constantemente escuchamos a la izquierda y a la derecha exigiendo que el Gobierno interfiera en esto o aquello, acciones que nada tienen que ver con el verdadero propósito del Gobierno.

El remedio es limitar y recortar las funciones del Gobierno, no solamente aquellas que no nos gustan. Después de todo, a lo largo de la historia de la humanidad, las mayores tragedias han sido causadas por el mal uso y abuso de las funciones del gobierno: la miserable pobreza en África y en Cuba, el alto desempleo en Francia y Alemania y no digamos ya la opresión nazi y soviética, todo ello causado por un Gobierno excesivamente grande. Sin embargo, mucha gente sigue confiando en que el gobierno arreglará todo lo que está torcido.

Así la gente escoge el camino de la coerción como atajo conveniente para alcanzar sus objetivos, incluso en sus vidas personales. ¿No se dan cuenta de la cruenta historia del intervencionismo gubernamental o será que eso no lo enseñan en las escuelas estatales?

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