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EDITORIAL

La opacidad que exige una "paz" colaboracionista

Zapatero no puede permitir que desde el PSE se confirme el evidente chantaje que ETA pone de manifiesto en cada uno de sus comunicados.

El Gobierno del 14-M ya se comprometió públicamente con ETA a que "todo tuviera cabida, tenga el alcance que tenga", así como a dar "una salida a los presos" y llegar a un acuerdo con los separatistas –incluida la "izquierda abertzale"– para acabar con el actual "marco político-jurídico" del País Vasco sólo a cambio de una tregua "cuanto antes". Cabe pues imaginarse lo que este gobierno pudo llegar a comprometerse en la clandestinidad, sin testigos, sin eufemismos y sin riesgo de que nadie acusara a los representantes gubernamentales de ofrecer colaboración a la organización terrorista a cambio de un bien pagado "alto el fuego".

El caso es que ETA –tal y como hiciera con sus socios separatistas de Estella en el 98– ha advertido, insistentemente y desde el primer momento, de su compromiso de "volver a la lucha armada" si no se satisfacen sus totalitarias y delirantes exigencias territoriales y soberanistas, las mismas por las que han asesinado a casi un millar de españoles. La única diferencia con aquel entonces es que los terroristas en esta ocasión han prenegociado su "alto el fuego", por primera vez en la historia, con los representantes del Gobierno de la nación.

No seremos nosotros, precisamente, los que consideramos escaso el grado de colaboracionismo que, antes y después de "alto el fuego", este gobierno nihilista ha mostrado a la organización terrorista. No obstante, lo cierto es que gracias a la movilización civil, a las intermitentes pero presentes resistencias del Estado de Derecho y, en menor medida, del PP, Zapatero todavía no ha podido o no ha querido hacer realidad en su totalidad sus infames y contraproducentes "compromisos adquiridos" con la organización criminal.

Este frágil pacto entre criminales y mentirosos puede, por tanto, romperse antes de lo previsto –es decir, antes de las elecciones generales–, a no ser que Zapatero se vuelva a comprometer con los separatistas a poner en jaque mate y a corto plazo al actual marco constitucional del País Vasco en una maniobra que, si bien finalmente no saciará las explosivas esperanzas de ETA, quizá le permita a Zapatero ganar tiempo y llegar en "paz" a los comicios.

Con todo, y por muchas que sean las esperanzas que Zapatero les haya hecho recobrar a los etarras, a los terroristas se les está acabando la paciencia, tal y como pone de manifiesto el último zutabe interceptado y tal y como previsiblemente pondrá de manifiesto el próximo comunicado de la banda, que, suponemos, no tardará en llegar.

ETA no sólo quiere que el gobierno mantenga este colaboracionista "proceso de paz" sino que lo haga avanzar de manera visible. Pero Zapatero quiere llevar el proceso de manera clandestina. El "alto el fuego" ya se está perdiendo bastante poder anestésico y electoral por el incontrolable empecinamiento de ETA en dejar en evidencia su inequívoca voluntad de volver a la lucha armada si no obtiene la victoria de este "proceso de paz", como para que ahora vengan algunos "bocazas" del PSE, como José Antonio Pastor, a destapar la verdadera naturaleza del pacto y las exigencias de ETA para seguir manteniéndolo.

Esa es, en nuestra opinión, la única razón por la que Zapatero ha dado orden de que sólo él, la vicepresidenta y el sin par Rubalcaba puedan "informar" sobre este histórico proceso involucionista que todavía tienen la desfachatez de seguir denominando "proceso de paz".

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