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Juan Carlos Girauta

El peligro de los simples

Tienen los simples un problema serio a la hora de entender la propiedad privada, salvo que sea suya. Y tienen, sobre todo, un peligro tremendo.

Nadie puede desmentir el último hallazgo de la simple ministra Trujillo: ser okupa constituye un estilo de vida. Ser asesino en serie también, y no por ello pedimos a la policía que deje de hacer su trabajo. Pero lo que sí está consagrado como un estilo muy especial –de vida y de incordio– es la condición de ministra de Rodríguez. Exige exhibir un ideario de todo a cien, una inequívoca filiación progre, una audacia enorme y una absoluta falta de sentido del ridículo. También, a poder ser, el aval del bellotari, que surte a su partido de ministras de la cuota con la misma facilidad que pone despachos y líneas de teléfono seguras a secuestradores convictos.

Algunos estilos de vida presentan bonitas similitudes. Encontramos tantos parecidos entre los perfiles psicológicos conocidos como "okupa" y "alto cargo de la Generalidad" que, a efectos prácticos, es obligado concluir que nos encontramos ante un mismo tipo de amigo de lo ajeno. Véase el ecocomunista Francesc Baltasar, homólogo de la simple Trujillo en el gobierno de la nación catalana, encargado de llevar a la práctica una curiosa ley tripartita.

Reside la curiosidad de la norma en que oficializa una temeraria suposición: si un propietario no alquila su casa vacía, las autoridades interpretarán automáticamente que el tipo es un asqueroso que desea echar abajo el inmueble para especular. En consecuencia, el desaprensivo será expropiado y, sobre todo, avergonzado, pues constará que pierde su propiedad por "efectuar operaciones comerciales o financieras, con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios o de los cambios", que eso es justamente lo que quiere decir "especular" según el diccionario.

En términos más técnicos, cualquier actividad económica que implique riesgo es especulación, reservándose para el resto el término "arbitraje". La lógica de la administración catalana explica la generosidad, por no decir el cariño, con que trata el simplicísimo Saura –conseller de Interior asimismo rojiverde– a los okupas: se ve reflejado en ellos.

No hay motivo para que el estilo de vida expropiador de estos utópicos de moqueta se limite a las viviendas. Ya entregados al abuso de poder y al atropello de la propiedad, digan bien alto de una vez que cualquier comerciante, que cualquier empresario especula. Tienen los simples un problema serio a la hora de entender la propiedad privada, salvo que sea suya. Y tienen, sobre todo, un peligro tremendo.

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