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José García Domínguez

El ogro filantrópico busca piso

Sea por lo que fuere, el ogro filantrópico de La Caixa se nos ha disfrazado de Proudhon, y anda por ahí sentenciando que la propiedad –la del prójimo, claro– es un robo.

A pesar de que la expresión de su mirada no recuerde precisamente a Sócrates, el president Montilla algo habrá leído. Y para mí tengo que, al menos, a aquellos catecismos de Marta Harnecker que predicaban con letra gorda y dibujitos cómo expropiar a los expropiadores sí debió llegar. De ahí, quizás, ese entusiasmo bolchevique que ahora le empuja a reescribir el guión de El pisito, de Marco Ferreri, con Montse Tura haciendo de Analia Gadé, y él mismo en el papel estelar de Fernando Fernán Gómez. En fin, sea por lo que fuere, el ogro filantrópico de La Caixa se nos ha disfrazado de Proudhon, y anda por ahí sentenciando que la propiedad –la del prójimo, claro– es un robo.

Por lo demás, ya sucediera algo por el estilo durante la penúltima guerra civil, cuando a nuestros más feroces revolucionarios, en lugar que quemar los registros, que sería lo suyo, les dio por garabatear en los libros inscribiendo los solares bajo sus rúbricas. Así, la única novedad que va a introducir el Tripartito en esa tradición recaerá en el sujeto pasivo de la Repartidora, que esta vez será el especulador ausente. Personaje que da mucho juego a la hora fabricar titulares, pero que, en la práctica, resulta más difícil de identificar que el soldado desconocido.

¿Deberá esperar su justo castigo, por botifler y españolista, el catalán que abandone su nido en oasis para laburar una temporada en otra taifa? ¿Especula el inmigrante jubilado que confía las llaves de su vivienda a la portera antes de partir confiado a holgar el resto del año en Iznájar? ¿Maquina para alterar el precio de las cosas el señor Esteve que le compra un piso al nen para cuando lo casemos? ¿Es perseguible de oficio la tardanza de los herederos que remolonean al decidir el destino de una propiedad legada en cuotas alícuotas? ¿Tiene derecho alguien a vivir en dos casas a la vez, simplemente porque le da la gana?

Pues resulta que el oráculo que ha de responder a estas preguntas se esconde en la Ley Reguladora de las Haciendas Locales. Y a los que lo invocan, siempre les susurra lo mismo: "Es el Gobierno de la Nación –la de verdad– el único legitimado para determinar qué se debe entender por una vivienda desocupada". O sea, que ese asunto, que viene siendo algo así como la famosa revolución pendiente de Girón y los azules, al final, va a depender del negociado de la Trujillo –y no de Montilla–. "Perded toda esperanza", dicen que rezaba el Cancerbero de Dante a las puertas del Infierno. Pues eso.

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