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Agapito Maestre

Nihilismo, confusión y ruido

Hoy, cuando el nihilismo de la chusma lo inunda todo, el PSOE apuesta por satisfacer los más bajos instintos de quienes quieren volver al hecho más salvaje de la historia de España, la guerra civil. Terrible.

La carencia de principios sintetiza la visión del mundo de la chusma. Su primer y quizá único axioma es que el ser humano no es nada más que precio, que nunca lo pone el vendedor, como pudiera suponer alguien que aún cree en ciertos valores, sino el comprador. No hay más. O mejor dicho, sí que hay más, hay palabrería, segundas intenciones y oportunismo para adaptarse a este nihilismo. Sobre esa concepción se asienta el poder del Gobierno socialista. Se trata de simular un esfuerzo por producir nada, en realidad, por jalear de modo oportunista los vicios más bajos de esa "sociedad", a saber, despreciar tanto las ideas de verdad y libertad como el suelo de creencias y tradiciones sobre las que aquéllas se asientan.

El desprecio por la nación, los vínculos comunes, los pasados compartidos, el descubrimiento y desarrollo de la libertad y, sobre todo, la negación de la búsqueda de la verdad por complicidad con una única forma de ver el mundo, en realidad de negarse a verlo, es todo el "ideario" de un Gobierno que lejos de engañar a nadie se adapta a las exigencias más perversas de la chusma. El Gobierno es la caución de una chusma inmoral, que aguantará mientras "satisfaga" los deseos más bajos de una sociedad sin principio alguno. ¿Si la sociedad española no estuviera presa de esa chusma –minorías que imponen su dictado nihilista a la ciudadanía–, cree alguien seriamente que el Gobierno no habría caído ya? ¿Es concebible que un Gobierno, que eleva al criminal a categoría política, podría mantenerse en el poder sin la complicidad de una sociedad que sólo se preocupa por ser comprada?

En esta circunstancia nihilista, o sea de individuos que no creen en nada o que no saben de qué hablan, el Gobierno puede "proponer" cualquier barbaridad con la segunda intención no tanto de hacerse el bueno, el prudente y el sabio como de estigmatizar a la parte de la sociedad más desarrollada y libre, que conoce que sus segundas intenciones son peor que nada, son una acumulación de aniquilación sobre aniquilación. Aparte del infernal "proceso" de cambiar paz por territorios en que se ha embarcado este Gobierno con ETA, otro ejemplo paradigmático de nihilismo es su propuesta de una ley de la "memoria histórica" para estigmatizar, otra vez, al partido de la oposición como continuador del franquismo.

La sociedad civil sabe que ese planteamiento es una falsedad. Sin embargo, la chusma, entre los que ocupan un lugar destacado el nihilismo de nuestros eruditos y académicos, de nuestros intelectuales y "poetas" y, sobre todo, de nuestros oportunistas medios de comunicación, colabora con su nihilismo militante o estúpido a que los socialistas satisfagan los viejos resentimientos de quienes quieren volver al hecho más salvaje de la historia de España, la guerra civil, para atribuir culpas a quién no puede defenderse. O peor, quieren volver a un hecho terrible, un abismo, sobre el que la historia crítica ha demostrado que las categorías políticas actuales son inviables para explicarlo. A pesar del esfuerzo historiográfico para que esa época sea estudiada con piedad, el silencio nihilista de nuestras "elites académicas", que no se atreve a denunciar la maniobra socialista, colabora criminalmente con quien, por desgracia, durante tantísimo tiempo cuidó el olvido, más aún, fue amnésico de su horrible pasado.

En fin, hoy, cuando el nihilismo de la chusma lo inunda todo, el PSOE apuesta por satisfacer los más bajos instintos de quienes quieren volver al hecho más salvaje de la historia de España, la guerra civil. Terrible. Cuando la solidez de los hechos, de los acontecimientos trágicos de nuestro pasado guerracivilista, se habían convertido definitivamente en un abismo del que sólo podríamos salir indemnes renunciando a nuestros respectivos pasados, viene el nihilismo socialista para aniquilar la verdadera historia, la historia crítica, y decirnos que los culpables de la guerra civil no somos todos, sino quienes se niegan a aceptar su miserable ley de "memoria histórica".

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