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Pablo Molina

Cosas de adolescentes

La principal responsabilidad del gobierno es preservar las vidas y propiedades de sus ciudadanos, pero el gabinete friki de ZP prefiere dedicarse a regular el tamaño de las hamburguesas y a reírle las gracias a los vagos antisistema.

Según la ministra de Vivienda, instalarse ilegalmente en una propiedad ajena es tan sólo un modo alternativo de vida. Y la antropofagia un modo creativo de gastronomía, podríamos añadir. Se empieza pensando de esa manera y acaba uno aceptando al cine español actual como una expresión artística meritoria. Como decía aquel famoso torero cuando le preguntaron por el motivo de que un banderillero suyo hubiera llegado a gobernador civil ("pues ya ve, degenerando, degenerando..."), el llamémosle pensamiento de izquierdas también degenera, pero curiosamente para beneficiar a los mismos a costa de los de siempre.

Los modos alternativos de vida que patrocina la izquierda consisten en vivir a expensas de los demás; por otra parte lo más lógico en una ideología que ha convertido el parasitismo social en una de sus principales reivindicaciones. Porque el llamado estado del bienestar no es otra cosa que la revolución del orden social espontáneo, a través de la imposición estatal de un sistema de compensaciones coercitivas.

Lo de los okupas barceloneses y el cariño que despiertan entre los políticos de la izquierda es otro ejemplo más de cómo la legalidad tiene un carácter marginal en el nuevo régimen patrocinado por ZP. La principal responsabilidad del gobierno es preservar las vidas y propiedades de sus ciudadanos, pero el gabinete friki de ZP prefiere dedicarse a regular el tamaño de las hamburguesas y a reírle las gracias a los vagos antisistema. Las actitudes de estos últimos deben traerles gratos recuerdos de la juventud, pues en el gobierno actual, empezando por el propio ZP, pocos de sus miembros han experimentado alguna vez lo que vulgarmente se conoce como "trabajar".

El gobierno actual es un grupito de adolescentes que, de pronto, se ve reunido en torno a la mesa del consejo de ministros decidido a transformar el mundo según su interpretación inmadura de la realidad. Y como el socialismo, al contrario que la derecha, no suele dejar las cosas a medias, la ofensiva contra la propiedad privada, en última instancia lo que nos distingue de las sociedades precivilizadas, se complementa con la decisión de implantar un sistema de desalojo que ríase usted del castrismo. Por supuesto no van a expulsar a los que invaden las casas ajenas, sino a sus propietarios legítimos, que es lo que mola. Y todo con la excusa trasnochada del interés social(ista), que es la jaculatoria con la que los gobiernos disfrazan sus tropelías para que el público, en lugar de correrles a gorrazos, aplauda con ganas.

Mas hay algunas líneas morales que ni siquiera a los ungidos benefactores del género humano les es dado sobrepasar. La gente acepta las chorradas de la paz perpetua y el mejoramiento social de los más débiles porque no tienen un efecto inmediato sobre su patrimonio. Pero cuando llaman a tu puerta a las cinco de la mañana y no es el lechero sino "Los Hombres de Trujillson" (© El Grupo Risa), con una orden de incautación de la vivienda que has comprado para casar al bandarra de tu hijo, como fórmula de ahorro o sencillamente porque te ha salido de las pelotas, las cosas se ven de otra manera. Con el pan de los hijos no se juega. Y con ciertos apéndices menos aún.

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