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Isabel Durán

La censura de Zapatero

Pero lo grave no es la voluntad de control del Poder sobre la Prensa, inherente prácticamente a cualquier Gobierno, lo peor es la capacidad real de control que hoy tiene La Moncloa en los medios de comunicación españoles.

Zapatero se erigió ante el mundo entero como un firme partidario de la censura cuando, en plena crisis de las viñetas, firmó junto con el copatrocinador de la Alianza de Civilizaciones, Recep Tayyip Erdogan, un asombroso artículo impropio de un presidente del gobierno democrático, en defensa de la autocensura frente al Islam. "La publicación de estas caricaturas puede ser perfectamente legal, pero no es indiferente y debe ser rechazada desde un punto de vista moral y político", condenó el socialista español en las páginas del International Herald Tribune.

Al margen de las públicas reivindicaciones de censura y sumisión al islamismo radical, que no revelan sino una cobardía manifiesta y una grave negación de los valores occidentales, existe hoy en España un déficit democrático preocupante. Nacido bajo el lema "Queremos saber", los 56 meses de andadura del Gobierno de Zapatero constituyen un florido rosario de tics autoritarios, algunos de ellos de extrema gravedad, digeridos con cierta naturalidad por gran parte la opinión pública. Es una suerte de mal endémico que no debería ser pasado por alto y tendría que hacer saltar las alarmas.

Zapatero, capaz de hurtar al Parlamento toda información sobre sus negociaciones con los terroristas, de impedir las preguntas de los periodistas en viajes de Estado, con un gabinete cuyos ministros eluden a su antojo y cuantas veces les viene en gana su deber de informar sobre sus respectivas obligaciones, cuyos titulares ministeriales recriminan a periodistas o les dicen impúdicamente lo deben preguntar, tiene en la larga mano de Fernando Moraleda la vara de la censura más allá de lo fácilmente detectable por la opinión más o menos informada.

Un control, el ejercido por el ex sindicalista agrario, que se desarrolla entre bambalinas, en el oscuro juego de intereses soterrados pactados de espaldas a la opinión pública; un mercadeo, en definitiva, que salpica incluso a los aparentemente más beligerantes con el Gobierno, que juegan a la política del palo y la zanahoria, o a los presuntamente equidistantes con el Poder. Pero lo grave no es la voluntad de control del Poder sobre la Prensa, inherente prácticamente a cualquier Gobierno, lo peor es la capacidad real de control que hoy tiene La Moncloa en los medios de comunicación españoles.

La Constitución consagra la libertad de expresión y el derecho a la información. Zapatero y Moraleda "vigilan", "crean lazos" y trapichean. Tejen con su red de "favores personales" el traje de la censura monclovita a su medida.

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