Menú
Carlos Semprún Maura

El cartel, la fuga y el tranvía

El delirio universal considera que el tranvía es de izquierdas, lo cual es lógico porque todo lo arcaico es de izquierdas. Y siendo de izquierdas, todos los municipios de derecha quieren su tranvía.

Son tres hechos nimios a los que la prensa y los políticos han dado una importancia exagerada. El cartel forma parte de la propaganda del Frente Nacional para las presidenciales de 2007. En él se ve a unas personas, por lo general jóvenes, con el pulgar hacia abajo y un texto que llama a echar del poder a la izquierda y a la derecha, culpables ambas de haber arrastrado a Francia a su decadencia actual. Lo de siempre, pero con la novedad de que una de esas personas es una joven y bella antillana negra, lo que muchos lo toman como una provocación. Algunos dicen que rezuma odio porque ese gesto era la señal de condena a muerta de los emperadores romanos en los circos. Cierto, pero han pasado los siglos y ahora significa que se condena o rechaza tanto a un equipo de fútbol como a un partido político.

Además, Le Pen siempre ha proclamado que había que dar preferencia a los franceses, cualquiera que sea su religión o color de piel, y frenar drásticamente toda inmigración. Puede parecer que defiendo al Frente Nacional. Pues no, desprecio a ese partido pero más aún la imbecilidad sectaria. ¿Nadie ha pensado que tienen en cuenta la evolución de la mentalidad en Francia? No me parece del todo negativo.

Quien se ha fugado es el para mí incomprensiblemente popular Johnny Halliday, que se ha instalado en Suiza para pagar menos impuestos. Todos, empezando por Jacques Chirac y, claro, Ségolène Royal, critican su falta de patriotismo financiero. Pues no es el único ni el primero. Charles Aznavour lo hizo hace más de treinta años, y eso no impidió que Chirac le acompañara en su visita oficial a Armenia. Aznavour prefiere "pagar sus impuestos" en ese país pobre, patria de sus padres. Los impuestos son demasiado altos; no sólo frenan la economía sino que hacen huir a los ricos. Eso se sabe desde el año de la tana.

Después de haber desaparecido de París hace setenta años, porque era demasiado incómodo tras el aumento en el número de automóviles, el tranvía vuelve ahora a bombo y platillo, pese a que circulan por lo menos cien veces más coches que cuando se suprimió. Este aquelarre tiene una explicación: el delirio universal considera que el tranvía es de izquierdas, lo cual es lógico porque todo lo arcaico es de izquierdas. Y siendo de izquierdas, todos los municipios de derecha quieren su tranvía. También es lógico.

El tranvía de París, solemnemente inaugurado el pasado sábado, es una broma pesada. Funciona sólo durante ocho kilómetros, de la puerta de Ivry al puente de Garigliano. Esos pocos kilómetros han costado 347 millones de euros. Además es inútil, porque existía un autobús eléctrico que hacía la totalidad del trayecto. Además, a doscientos metros de ese trocito de línea de tranvía existía un tren circular de cercanías, abandonado también por "culpa" del automóvil, pero del que siguen en pie las infraestructuras y los raíles. Hubiera sido más barato, infinitamente más eficaz y tan "ecológico" reactivar el tren de la petite ceinture, como se le llamaba. Pero claro, eso era de sentido común, por lo tanto no era de izquierdas.

En Internacional

    0
    comentarios