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Cristina Losada

La maldad necesaria

Zapatero, el gran simulador de esta historia, declaró en mayo, en el debate del Estado de la Nación, que "la atención a la discapacidad mide la estatura moral de una sociedad". Mira por donde, sus campanudas palabras vienen al pelo.

El periodismo de investigación ha dado un nuevo paso, no necesariamente hacia adelante, gracias al equipo de Gabilondo en la Cuatro. Han descubierto un hecho, a su juicio, terrible y escandaloso: un poliomielítico que no era víctima del terrorismo tuvo el privilegio de asistir en silla de ruedas y en primera fila a la manifestación que hizo la AVT en octubre. ¡Y junto a Irene Villa! Intolerable. Varios doctores sin título pero con rostro han confirmado la gravedad del suceso: el alcalde de Umbrete, pueblo donde vive y trabaja el afectado, el secretario Blanco y el portavoz López. Según ellos, el hombre no utiliza nunca la silla de ruedas en su vida cotidiana y que sea enfermo de polio "no le impide andar". En el vídeo presentado como prueba de cargo, se ve que lo hace con dificultad, pero aunque pudiera caminar con más soltura, daría igual: tendría el mismo derecho a utilizar la silla que la organización les ofrece a las personas con problemas de movilidad, sean o no víctimas, y por lo mismo, a ocupar un lugar de preferencia.

Pero la cuestión no es el grado de minusvalía del hombre que la Cuatro convertía por ese arte de birlibirloque, más conocido por manipulación, en "icono" de la manifa, sino la necesidad que tiene el gobierno de atacar y difamar a quienes encabezan y sostienen la protesta contra la negociación política con ETA. Pues de ser ciertas las buenas y santas intenciones que ZP proclama, si fuera verdad que no se ha pagado ni se pagará precio político alguno y que se ha de velar por la memoria y la dignidad de las víctimas (la justicia no la mentan, por si acaso), el Gobierno les hubiera mostrado su respeto desde el principio y mantendría una actitud comprensiva hacia su desconfianza. Le bastaría decir que la AVT y sus seguidores se equivocan, pero que podrán comprobar cómo no se va a traicionar ni a los vivos ni a los muertos.

Pero ZP y su equipo, tan dispuestos a colocarse las máscaras de buenos en cuanto pinta la ocasión, ni siquiera han hecho la comedia de tratar a la AVT con cortesía. Desde los primeros albores del nocturno cambalache con la banda han tratado de dividir a las víctimas y destruir su reputación. Una y otra vez han desatado contra ellas, de uno u otro modo, la dinámica del linchamiento. Y con tal constancia y saña lo han llevado a cabo, que se ha puesto de manifiesto que esa operación es para ellos una maldad necesaria. Más aún, indispensable. Y eso dice mucho. Todo. Dice que si no hubiera otros hechos que nos alertaran de la auténtica naturaleza del "proceso", la actitud del gobierno hacia las víctimas sería indicio suficiente para concluir que esas buenas intenciones son falsas: el ropaje de la simulación. Sí, señor Blanco, que para simulación la de ustedes, y no la del enfermo de polio, que no intentó engañar a nadie.

Zapatero, el gran simulador de esta historia, declaró en mayo, en el debate del Estado de la Nación, que "la atención a la discapacidad mide la estatura moral de una sociedad". Mira por donde, sus campanudas palabras vienen al pelo. Pues la atención que le han dedicado dirigentes de su partido estos días a un discapacitado que tuvo el cuajo de manifestarse en silla de ruedas en lugar de hacerlo un poquito a pie y otro poquito andando, ha dado, en efecto, la medida de la estatura moral del socialismo gobernante. Bueno, el término adecuado es catadura.

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