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En Japón reconocen la realidad

No son europeos, pero defienden los valores que durante siglos hemos considerado nuestros. La defensa de la libertad ya no es una característica occidental, sino democrática, y las grandes democracias ya no están en torno al Mediterráneo.

La Agencia de Defensa japonesa se ha convertido en Ministerio de Defensa. Un cambio de orden administrativo anunciado con tiempo por el primer ministro, discutido en el Parlamento y finalmente convertido en realidad. En apariencia, un hecho de importancia limitada. En realidad, un acontecimiento histórico de relieve, que sólo nuestro provincianismo nos impide valorar en toda su dimensión.

Japón, como Alemania, ha sido durante decenios un gigante económico y un enano político. Era la consecuencia lógica de sus responsabilidades en la Segunda Guerra Mundial, en la ejecución de una política hegemonista que atentó contra los derechos de soberanía y seguridad de sus vecinos en el Pacífico. Una de las expresiones institucionales de esa soberanía limitada era la existencia de una Agencia de Defensa. Japón tenía fuerzas, pero no propiamente un ejército. Su seguridad estaba "externalizada" en Estados Unidos.

La "Guerra Fría" se convirtió en historia hace quince años. Un nuevo mundo, no más seguro que el anterior, emerge y Japón se prepara para afrontarlo. Uno de los primeros pasos ha sido normalizar su dimensión militar. Hoy Japón dispone de unas Fuerzas Armadas equiparables a las de cualquier potencia occidental, un Ministerio de Defensa y un relevante programa de rearme. La sociedad japonesa ha mirado a su alrededor y ha concluido que su entorno es peligroso. Su bienestar depende de una economía global, porque sus productos se venden en todas partes. Reconocen la amenaza islamista, la tensión hegemonista china, la locura nuclear de Corea del Norte y los crecientes obstáculos a los mercados abiertos. Para poder sobrevivir en un ambiente difícil apuestan por la defensa del credo liberal, por una alianza estrecha y firme con Estados Unidos y con las naciones que siguen su política –Australia, India, el Reino Unido– y por dotarse de los medios de defensa necesarios.

Japón gasta e invierte en tecnología de defensa, para asegurarse de que podrán derribar un misil enemigo antes de que caiga sobre su territorio y atacar a aquél país que ponga en duda su soberanía. No son fanáticos nacionalistas sino ciudadanos sensatos que tratan de adaptarse a un entorno cambiante y hostil. Ellos no son como nosotros. No son cobardes. Se atreven a abrir sus ojos, mirar en derredor y asumir la realidad en toda su crudeza. Les gustan tanto como a nosotros la paz, las vacaciones pagadas y el bienestar... pero todo ello no les ciega hasta el punto de negar la realidad, inventársela y culpar a los Estados Unidos de cualquier problema que aparezca por el horizonte. Ellos no son europeos, pero defienden los valores que durante siglos hemos considerado nuestros. La defensa de la libertad ya no es una característica occidental, sino democrática, y las grandes democracias ya no están en torno al Mediterráneo.

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