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Carlos Semprún Maura

Los trapos sucios del presidente

Pese a la algarabía actual, las cosas son relativamente sencillas: en un duelo "cara a cara", Sarkozy puede ganar, pero si los chiraquianos continúan poniéndole zancadillas, ganará la Royal.

Alain Juppé se sacrificó para evitarle problemas a su jefe, Jacques Chirac, y fue duramente represaliado por la "Justicia" y dimitido de todos sus cargos. Una vez cumplida su pena fue triunfalmente reelegido alcalde de Burdeos. Pues bien, este peso pesado, creador de la UMP, acaba de declarar que el mejor, el más capaz para representarles en las próximas presidenciales es Nicolas Sarkozy. Después de sus elogios, mantuvo dos segundos de silencio y añadió: "Claro que, si el presidente Chirac decide volver a presentarse, todo cambia".

Dominique de Villepin se ha negado a asistir al congreso extraordinario de la UMP, que tendrá lugar el próximo domingo 14 y tiene como objetivo la designación de Sarkozy como candidato oficial, porque no tomará ninguna decisión antes de que Chirac se declare, o no, candidato a su reelección. Esto le valió al primer ministro un sonado abucheo en la reunión de diputados de la UMP que tuvo lugar ayer, en la Asamblea Nacional.

La actual postura ambigua del presidente se explica por varios motivos. Considera que de todas formas ese suspense le es provechoso, y lo utiliza para acumular las promesas: disminución del impuesto de sociedades, que pasaría del 33% actual al 20%, aumentos de salarios por doquier, la demagógica y burocrática ley de alojamiento para todos y un larguísimo etcétera. Por otra parte, le chifla la idea de seguir siendo presidente cinco años más. No se ve como jubilado pescando la trucha o escribiendo sus memorias en Marrakech, pues sería prudente que se alejara de Francia una temporada, para escapar a la Justicia, cuando ya no sea presidente. Y, al fin, cabe preguntarse si su odio por Sarkozy le impulsará a organizar la derrota del "húngaro" porque es casi seguro –nunca nada es totalmente seguro, y aún menos en las elecciones presidenciales en Francia– que si se presenta de nuevo no será reelegido, pero condenará Sarkozy a la derrota y llevará a la Royal a la victoria.

Es por lo tanto muy probable que, además de disfrutar de su suspense, tenga serias dudas. ¿Qué le conviene más? ¿Salir por la puerta grande, dejando su "hoja de ruta" marcada a su (ex)mayoría, o presentarse por tercera vez y correr el riesgo de ser derrotado en la primera vuelta hasta por Le Pen? Y como Ségolène Royal no tiene adversarios serios en la izquierda, tendría prácticamente asegurado convertirse en la primera presidenta francesa. Pese a la algarabía actual, las cosas son relativamente sencillas: en un duelo "cara a cara", Sarkozy puede ganar, pero si los chiraquianos continúan poniéndole zancadillas, ganará la Royal. Entonces, ¡apaga y vámonos!

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