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Amando de Miguel

Nacionalismo lingüístico

Las autoridades locales han prohibido el uso del francés en las cuatro escuelas públicas. La prohibición se extiende, incluso, a la hora del recreo. Los niños pueden ser expulsados de la escuela si se les pilla hablando en francés con sus compañeros.

David Álvarez (Viladecans, Barcelona) no se considera nacionalista, pero le "da igual" lo de "la unidad de España". Simplemente, dice, "no me gusta el estado" [se supone que el estado es la nación española]. Otra opinión es que "la inmersión lingüística no perjudica los conocimientos de castellano de los alumnos. Mi situación familiar me ha enseñado que el bilingüismo es posible". ¿Y para qué quiere que sea posible si no le gusta la nación española? Me produce mucha ternura esa muletilla de "es posible" como final de una frase. Es un prodigio de corrección política.

Víctor Casasola comenta su experiencia sobre los nacionalistas que salen al extranjero: todos ellos espabilan y mitigan su nacionalismo. Don Víctor hace suya la repetida frase de "Una de las dos soluciones para el nacionalismo es viajar". Creo recordar que una frase parecida se encuentra en Josep Pla y en Pío Baroja, dos excelentes escritores rechazados por los nacionalistas. Con todo, no me parece que la hipótesis se cumpla en muchos casos. Sospecho que los catalanes y los vascos son muy viajeros, aunque puede ser que esa especie sea la de los no nacionalistas.

Me llega un artículo de un tal Salvador Sostres publicado en el diario subvencionado Avui (no tengo la fecha, finales de diciembre de 2006). Empieza así: "En Barcelona queda muy hortera hablar en español, yo solo lo hablo con la criada y con algunos empleados. Es de pobres y de horteras, de analfabetos y de gente de poco nivel hablar un idioma que hace un ruido tan espantoso para pronunciar la jota". Y termina: "El independentismo en Cataluña está absolutamente justificado, aunque solo sea para huir de la caspa y el polvo, de la tristeza de ser español".

El nacionalismo no es solo una cuestión ideológica, sino que tiene efectos negativos sobre la vida corriente, incluso la comercial. Véase la interesante argumentación de un buen conocedor de Cataluña, que desea ocultar su nombre:

Las consecuencias son terribles, porque el abanico de posibilidades que se le abren a una empresa en Cataluña a la hora de elegir trabajadores es muchísimo menor que en cualquier otro lugar de España. En Madrid pueden hacer head hunting (vaya cursilada de palabro) por toda España (incluyendo Cataluña), Hispanoamérica, etc. En Cataluña, sólo pueden buscar en Cataluña. Un chaval zamorano, químico de brillante expediente, no puede ofrecer sus servicios en Cataluña, y eso, se mire por donde se mire, no es bueno. El caso me recuerda al de la famosa cuota de mujeres, donde también el objetivo principal (búsqueda del óptimo desarrollo de la actividad laboral) se convierte en secundario.

Otro ejemplo está en el mundo del Arte. De todos es conocido que Cataluña siempre ha sido la punta de lanza del arte contemporáneo de España. Siempre más moderna, siempre más adelantada. Pero ahora ya no, ahora las cosas han cambiado y Madrid le ha tomado la delantera. Y esto no es una opinión personal; es una opinión contrastada con profesionales del mundo del arte. Me cuentan en Barcelona que el problema principal es que hasta el arte contemporáneo está impregnado ahora por una pátina nacionalista, lo que hace que la difusión, promoción, exposición, etc., de todo este mundillo, sólo sea posible... si el artista es catalán. ¿Que no es posible? Pues es lo que hay. Y los catálogos son en catalán, y las visitas son en catalán, y todos los "y" que se pueda usted imaginar. Total, que –una vez más– el público objetivo, al igual que pasa en el ejemplo de los puestos de trabajo, se reduce muchísimo.

También es sintomático que, para expresar las opiniones transcritas, el autor, que otras veces escribe con su nombre, ahora me ruega que lo oculte.

Juan Puyol propone una bizarra idea para defenderse de la política de Cataluña por la que se multa a los comercios que no empleen el catalán en sus rótulos:

Utilizaría en los letreros el catalán más macarrónico, charnego y trufado de faltas que pudiese, maltratando esa bella lengua de una forma capaz de herir la delicada sensibilidad de los nacionalistas. Con el suficiente número de palabras en catalán para que no se pudiese acusar al texto de estar en español. No creo que la desfachatez de estos comisarios lingüísticos llegue por el momento a sancionar las faltas de ortografía. (Algo como poner: "Non crec que la desfachatez d’estes comisaris linguistics llegui por el moment a santcion-nar les faltes d’ortografia". Usted sabe catalán y esta frase le sonará horrible, que es de lo que se trata, pero no creo que nadie pueda pretender que esté en castellano y no en catalán. En cualquier caso, sería una buena base para un recurso contra la sanción).

Tómese la iniciativa como una eutrapelia (voz común al castellano y al catalán). Dice el Pompeu Fabra de eutrapèlia: "virtut que modera els divertiments". Desgraciadamente, se trata de una virtud desconocida para los nacionalistas lingüísticos catalanes.

Claro que en todas partes cuecen habas. Ana Carbajosa (Merchtem, Bélgica) me cuenta que, en la ciudad flamenca donde reside, las autoridades locales han prohibido el uso del francés en las cuatro escuelas públicas. La prohibición se extiende, incluso, a la hora del recreo. Los niños pueden ser expulsados de la escuela si se les pilla hablando en francés con sus compañeros. Muchos de ellos hablan francés en sus respectivos hogares. Un diputado democristiano flamenco ha señalado que lo único que une a los belgas es el Rey, el fútbol y la cerveza. Interesante apreciación. No sé si puede servir de consuelo a los españoles, por aquello de "mal de muchos, consuelo de todos" (o "de tontos").

Lo del nacionalismo lingüístico está llegando a extremos chuscos. Una vez más, José María Navia-Osorio (Oviedo) cuenta la historia. Resulta que en Asturias se había dado con un eslogan turístico que decía: "Asturias, paraíso natural". Pues bien, ahora en Murcia han inventado un eslogan parecido: "Murcia es un paraíso" o algo así. Ni corta ni perezosa, la consejera de Cultura de Asturias ha montado en cólera nacionalista y se propone demandar a los murcianos por plagio o similar. Concluye filosófico don José María: "Hay circos más baratos".

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