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Walter Williams

El doble lenguaje tiránico

Los fumadores han sido relativamente pasivos y han permitido que los fanáticos antitabaco se las dieran todas en la misma mejilla. La pregunta es si quienes queremos comer como nos apetezca permitiremos que los fanáticos alimenticios se salgan con la suya

Como consecuencia de la prohibición por parte de la Ciudad de Nueva York del uso de grasas hidrogenadas, el alcalde Michael Bloomberg declaraba que la prohibición "no va a privar a nadie de la posibilidad de salir y tomar el tipo de alimento que desee, en las cantidades que desee... Simplemente intentamos hacer la comida más segura".

Eso, amigos míos, es el doble lenguaje tiránico. Echémosle un vistazo. Las grasas hidrogenadas se derivan de aceites vegetales parcialmente hidrogenados. Pueden elevar los niveles de LDL en sangre, el "colesterol malo". Según la doctora Elizabeth Whelan, presidente del Consejo Americano de Ciencias y Salud, las grasas hidrogenadas conforman cerca del 2% de nuestra ingesta calórica diaria, mientras que las grasas saturadas, que también elevan los niveles de LDL en sangre, suponen del 10 al 15%.

Naturalmente, plantearíamos, ¿por qué el ataque contra los restaurantes que utilizan grasas hidrogenadas? La respuesta fácil; basta con una referencia histórica. Cuando los fanáticos antitabaco comenzaron sus campañas también fueron tras un blanco relativamente pequeño, exigiendo zonas libres de humo en los aviones. Ese éxito les animó a exigir aviones completamente libres de humo, y después aeropuertos. Más tarde llegaron las leyes que prohibían fumar en los restaurantes.

Hoy día, en Calabasas, California, se prohíbe fumar al aire libre, y varias ciudades de California han prohibido fumar en la playa. De haber revelado los radicales antitabaco sus objetivos finales cuando empezaron, no habrían tenido ni de lejos el éxito que han tenido. Se habrían topado con demasiada resistencia.

Los fanáticos alimenticios del país han tomado nota de sus homólogos antitabaco. Han comenzado por un blanco pequeño: una prohibición al uso de grasas hidrogenadas en restaurantes. He aquí lo que predigo que es su agenda real: si prohibir unas grasas que apenas suponen el 2% de nuestra aportación calórica diaria es maravilloso, ¿por qué no prohibir las grasas saturadas, dado que las consumimos mucho más? Después vendrá el tamaño de las raciones en los restaurantes. En lugar de una ley que exija que los restaurantes indiquen las calorías de cada plato, habrá leyes que fijen un límite legal a las raciones.

Existe una organización en Washington, D.C., el Centro para la Ciencia en Interés Público, al que algunos llaman los metomentodo, pero que pueden ser descritos con mayor exactitud como tiranos petulantes. Han hecho una lista de alimentos que no se deben comer. Entre ellos están los helados Dove y Haagen-Dazs, las Galletas de la Señora Field y los McNuggets de pollo de McDonald's. Si tienen éxito, no se sorprenda de ver éstos y otros alimentos parecidos prohibidos.

Los fanáticos alimenticios, que comparten la mentalidad del alcalde Bloomberg y que "simplemente intentan hacer más segura la comida", no se darán por satisfechos controlando el menú de los restaurantes. Después de todo, la mayoría de las comidas se hacen en casa. ¿Así que por qué no iban a decretar prohibiciones sobre lo que se puede vender en los supermercados y lo que no? Seguro que para el 90% de nosotros, la mayor parte de la ingesta de grasas saturadas de una persona tiene lugar durante la cena familiar.

Usted podrá argumentar: "Williams, eso es ridículo. Nunca nos dirán lo que podemos comer en casa". Eso es exactamente lo que se podría haber dicho cuando empezaron los fanáticos antitabaco. Belmont, California, ha decretado recientemente una ley que no sólo prohíbe solamente fumar en apartamentos y otras viviendas, sino que también lo prohíbe en la calle, en un parque y hasta en su propio coche.

Los fumadores han sido relativamente pasivos y han permitido que los fanáticos antitabaco se las dieran todas en la misma mejilla. La pregunta es si quienes queremos comer como nos apetezca permitiremos que los fanáticos alimenticios se salgan con la suya. Esta gente es cobarde. ¿Por qué? Si el alcalde Bloomberg y los demás fanáticos creen que estamos ingiriendo demasiadas grasas hidrogenadas, yo les dejo venir en persona a retirar de mi plato y de mi carrito de la compra las comidas grasientas. Pero carecen de las agallas para hacer eso, de modo que juzgan más seguro utilizar la fuerza bruta del Estado para controlar lo que yo como.

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