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Lecciones americanas

Siendo el país de la discusión y la polémica, lo cierto es que los norteamericanos están de acuerdo en lo fundamental y se sumergen en discordias políticas en lo accidental. No se discuten ni los fundamentos de la Unión ni los de la Constitución.

El debate sobre el estado de la Unión se celebró con la liturgia tradicional, que es espejo de la vida política norteamericana. Cada año, la entrada del presidente en la Cámara de Representantes es saludada con un aplauso por todos los congresistas puestos en pie. En ese momento en que el presidente de todos los estadounidenses hace acto de presencia, demócratas y republicanos se levantan como un solo hombre, por encima de las diferencias, para saludar a quien rige sus destinos. Después, con el presidente en el atril, diversidad de opiniones, como no podía ser de otra forma.

En España, los diputados a izquierda y derecha reservan sus muestras de ánimo para aplaudir como hooligans a sus líderes e insultar, abuchear y patalear ante el oponente. Es impensable en el Congreso de los Diputados el respeto imperante en la colina del Capitolio a la entrada del presidente del Gobierno, de cualquier presidente. Y en la república onírica de los sueños de Zapatero y sus aliados, el presidente tampoco recibiría mejor trato de sus oponentes políticos.

¿Qué significa esto? El discurso sobre el estado de la Unión se desarrolla según una tradición política que proviene de una conciencia común. Siendo el país de la discusión y la polémica, lo cierto es que los norteamericanos están de acuerdo en lo fundamental y se sumergen en discordias políticas en lo accidental. No se discuten ni los fundamentos de la unión ni los de la constitución. Y esto es precisamente lo que diferencia a las democracias anglosajonas de las democracias europeas mediterráneas, donde el enfrentamiento afecta a los fundamentos mismos de la convivencia y la democracia. No digamos ya a cuestiones menores.

En la Europa continental, la pasión ideológica preside los debates políticos, que son más filosóficos que prácticos. Así, mientras en España, Francia o Italia la sociedad se desangra en disputas entre moralistas e idealistas, en Estados Unidos las cuestiones básicas están tan asentadas que no se ponen en cuestión ni malgastan energías. Y sin duda, esta es una de las causas por las que es la política estadounidense la hegemónica en el mundo y no la europea. Y no digamos la española, demasiado ocupada en discutirse continuamente su condición o no de nación o la necesidad de un cambio de régimen político.

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