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Francisco Caja

Tres eran tres... las horas de castellano

La conclusión es aterradora: los escolares catalanes acaban la enseñanza obligatoria con graves dificultades para expresarse por escrito con coherencia y corrección. Un éxito para el "sistema escolar catalán".

¿Cómo es posible que el "incremento" de una hora en la enseñanza del castellano en la enseñanza primaria genere un conflicto político de semejantes proporciones? "¡Es el fin del sistema escolar de Cataluña!", proclaman los próceres de la patria, y se derraman ríos de tinta como acompañamiento del inminente entierro de la lengua catalana. Cómico, si no fuera real. Pero es real, con la realidad de un engaño monumental.
 
Porque, en primer lugar, ese "incremento" no es tal, sino el cumplimiento estricto de una legalidad que fraudulentamente había sido vulnerada por el Gobierno catalán. Al igual que la asignatura de Lengua y Literatura Catalana, la asignatura de castellano (Lengua y Literatura Castellana), de acuerdo con los anteriores decretos de enseñanzas mínimas, había tenido siempre tres horas de docencia. Pues bien, a grandes males, grandes remedios. Un avispado funcionario de la catalanización total encontró la solución: como determinadas estructuras gramaticales son comunes al catalán y al castellano, las "estructuras comunes" se impartirían en catalán. Resultado: la asignatura de castellano se reducía a dos horas, y la de catalán pasaba a tener cuatro. Lo que el actual decreto, el de la controversia, prohíbe expresamente en su Anexo III. Sin duda, la consigna del subdirector de Lengua y Cohesión Social, el insigne Josep Vallcorba, se imponía: "No basta con que toda la enseñanza se haga en catalán: debemos recuperar el patio, el pasillo, el entorno".
 
Algunos incluso enseñaban el castellano en catalán; hasta se editaban textos escolares de castellano en catalán. Ocupación total. En algunos patios escolares se imponía obligatoriamente el catalán como lengua de juego. Había que recuperarlo. La guerra total: todos a las trincheras... o a las "aulas de acogida", verdaderos correccionales lingüísticos en los que se recluye a los niños (extranjeros) cuyos padres residen en Cataluña desde hace menos de dos años. Y no importa que hablen un castellano mejor, incluso, que la mayoría de los ciudadanos catalanes. ¿No dice la Ley de Política Lingüística que los niños no pueden ser separados en "grupos-clases" por razón de lengua? Había que recuperar el espacio.
 
El decreto de enseñanzas mínimas, la gran amenaza para la lengua catalana, es como el chocolate del loro: toda la enseñanza se imparte exclusivamente en catalán, excepto la asignatura de castellano. Y el loro, aquí los escolares catalanes, ni pía ya; simplemente fracasa: Cataluña es una de las comunidades autónomas españolas con mayor fracaso escolar (31%). Un fracaso escolar que es, además, selectivo: lo padecen un 18,6% de los escolares catalanohablantes y un 42,6% de los castellanohablantes. Veinticuatro puntos de diferencia.
 
Que nadie tema: a pesar de que la presencia del castellano en la escuela se reduce a las dos horas de la asignatura de castellano, los niños catalanes, nos aseguran los nacionalizadores escolares, alcanzan el mismo nivel conocimiento del castellano que los demás escolares españoles, cuya enseñanza es íntegramente en castellano. Entonces, una de dos: o los estudiantes catalanes son unos genios, o los del resto de España son unos idiotas. Otra posibilidad es que el castellano se aprenda sólo, que no haga falta la escuela para ello. Entonces, que a los niños del resto de España les enseñen también en catalán.
 
La realidad es otra. Las evaluaciones de competencias básicas en Primaria y Secundaria realizadas por el Ministerio de Educación y por la propia Generalidad de Cataluña muestran unas cifras concluyentes: el nivel global de conocimiento del castellano es inferior en un 7%, aproximadamente, al del catalán. En Secundaria, por ejemplo, el nivel de la lengua catalana alcanza un 71%; el de la castellana, un 58. En el conocimiento de literatura, períodos, autores y obras, la media obtenida por los alumnos catalanes es de suspenso: 35%, frente al 71% de los alumnos del resto de España. Y no hablemos del dictado.
 
La conclusión es aterradora: los escolares catalanes acaban la enseñanza obligatoria con graves dificultades para expresarse por escrito con coherencia y corrección. Un éxito para el "sistema escolar catalán". Mai que més un sol poble!

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