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Cristina Losada

Ayuno de ética

Servir de vocero de una banda terrorista se compadece mal con la ética y con la reputación del Times. Y deja en situación muy delicada, como suele decirse, a uno de los principales consejeros de la cosa, el señor Aznar.

Con razón se han pedido responsabilidades al Gobierno, a Instituciones Penitenciarias y a Interior por el reportaje del Times que presentaba a De Juana Chaos como un ser indefenso y sufriente (esposado y demacrado) que, pese a ser un asesino, abogaba por la paz en su lecho de muerte. El portavoz del PP considera inadmisible que se haya permitido que el etarra utilizara "a los medios de comunicación para hacer propaganda y apología del terrorismo". Sin embargo, razonable como es la demanda, la reflexión queda incompleta. Es cierto que sin la negligencia o la connivencia de responsables de su custodia esa manipulación no hubiera ocurrido. Pero también lo es que tal utilización puede y debe esperarse de los terroristas. No, en cambio, que los medios, salvo los que simpatizan con ese tipo de crimen organizado, se dejen utilizar tan fácilmente. Y no lo digo por la foto, sino por su acompañamiento. Por el texto.

El terrorismo necesita de la propaganda tanto como de la acción. Requiere de una construcción verbal en la cual los crímenes que comete aparezcan como males necesarios e instrumentos de legítima defensa. Sin ese revestimiento, sin ese lenguaje, quedaría al desnudo, como lo que es. En el caso de la ETA y bandas similares, no son tanto los fines los que justifican los medios, como los agravios ancestrales que se proyectan y se actualizan en el presente. El terrorista preso, voluntariamente al borde de la muerte, se erige en nuevo agravio. El corresponsal del Times hace suyos, en su entrega de hoy, los antiguos que vienen recitando ETA y el nacionalismo vasco: "la región fue castigada por el general Franco por oponerse a él en la guerra civil: la lengua vasca fue suprimida y se le retiró la autonomía de que gozaba la región desde los tiempos romanos". He aquí un informador que no ha oído hablar del Pacto de Santoña ni de muchas otras cosas. Y uno que al presentar el caso, momento decisivo, olvida explicar que el huelguista de hambre se hallaba sujeto a la cama para mantenerlo con vida. Lo que no hizo Thatcher con Bobby Sands, for example.

Lo cual nos lleva a los rasgos que hacen de estos reportajes del Times, frente a lo que su director proclama, unos productos mal documentados y peor, es decir, nada, contrastados. O sea, basura. El corresponsal necesita con urgencia un par de libros de historia. No le vendrían mal, pero ¿vive aquí? Pues quien escribe que ETA resucita "el espectro de la ruptura de España, con los vascos y catalanes clamando por tener autonomía respecto de Madrid", ha de desconocer por fuerza que hay diecisiete comunidades autónomas, entre ellas, la vasca y la catalana, con un grado de autonomía propio de un estado federal. Y quien asume que ETA es la bestia negra de la derecha e induce a creer que el resto del personal se toma el terrorismo menos a pecho, no sabe nada. Pero nada. Claro que cómo extrañarse si su gurú de opinión es el analista de un think tank conocido en su casa a la hora de comer, y no habla con Mikel Buesa, Rosa Díez, los Múgica, Gotzone Mora, Fernando Savater y tantos otros que no son precisamente "conservadores".

Y eso nos conduce al otro gran vacío. A la ausencia absoluta de opiniones y datos que desvelen la naturaleza del lenguaje de "paz", "libertad de expresión", "raíces del conflicto", que desgranaba De Juana junto a la foto. Por eso resulta escandaloso. No porque el Times fotografiara y entrevistara a De Juana. Sino porque vehiculaba sin rebozo el mensaje de los terroristas. Y ello para trasmitir el mensaje de otros, los que consintieron la siniestra exclusiva: puede convertirse en un mártir y en la chispa que haga atentar de nuevo a ETA, sólo porque la derecha la armaría si se le manda a casa. Más claro, agua. Y ahora el Times se siente, no responsable, sino satisfecho de haber provocado una crisis. Ninguna que no hubiera ya. Menos lobos. Aunque esta jugarreta tenga mayor calado que las que hacía en tiempos de la Restauración, cuando Sagasta tenía comprado al corresponsal del respetable periódico para sus zancadillas y maniobras. Servir de vocero de una banda terrorista se compadece mal con la ética y con la reputación del Times. Y deja en situación muy delicada, como suele decirse, a uno de los principales consejeros de la cosa, el señor Aznar.

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