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EDITORIAL

Arranca un juicio repleto de dudas

Gómez Bermúdez tiene ante sí una dura labor, la de intentar ordenar los más de cien mil folios del sumario perpetrados por Juan del Olmo durante estos tres años para conducir un juicio coherente y que permita solventar las dudas o convertirlas en certezas

El juicio del 11-M ha comenzado con la anodina declaración de Mohamed el Egipcio. Es uno de los sucesivos acusados de ser los autores intelectuales de la matanza, basándose en una llamada telefónica interceptada por la Policía italiana en la que se jactaba de ser el responsable ante un correligionario, al tiempo que erraba en detalles tan básicos como el número de muertos en Leganés.

Por más que la idea de su culpabilidad pueda complacer a quienes sólo busquen en la investigación de los atentados desligar la guerra de Irak del 11-M, pues en esa llamada telefónica el acusado aseguró que el atentado llevó dos años y medio de preparación, no parece probable que este personaje tenga nada que ver con los hechos. Más si tenemos en cuenta la actitud de otros acusados islamistas por participar en atentados similares. El responsable de la masacre de Bali, por ejemplo, se alegró de su condena a muerte porque le acercaría más a Dios e insultó y se burló del tribunal que lo juzgaba. El único miembro del grupo que perpetró el 11-S, Zacarias Moussaoui, se jactó de su responsabilidad y afirmó no esperar ninguna indulgencia.

Lo que sorprende es que los testimonios del juicio del 11-M comiencen con los tres candidatos de la versión oficial a ser autores intelectuales. El orden de las declaraciones es responsabilidad de la fiscal Olga Sánchez, también conocida como "Vale ya" por su escaso afán por conocer la verdad de los hechos, que parece estar buscando deliberadamente que el juicio deje de ser noticia. Escuchar a estos acusados en árabe con traducción simultánea consigue que los ciudadanos interesados se aburran y los periodistas busquen los titulares en otra parte. El interrogatorio de Jamal Zougham o de Sánchez Manzano sería otra cosa, pero parece que tendremos que esperar para que se produzcan.

De lo que cabe felicitarse es de la mano firme con que el juez Javier Gómez Bermúdez está presidiendo el juicio. En este primer día, no ha permitido que los abogados se vayan por las ramas y está obligando a que se centren en lo importante. Incluso ha llamado la atención a los traductores recordándoles que su trabajo es la traducción simultánea, y no la sucesiva. Está claro que no piensa permitir que el juicio se eternice. Tiene ante sí una dura labor, la de intentar ordenar los más de cien mil folios del sumario perpetrados por Juan del Olmo durante estos tres años para conducir un juicio coherente y que permita solventar las dudas o convertirlas en certezas.

Que haya tenido que ser el tribunal que juzga a los encausados el que encargara finalmente un informe científico de los focos de explosión y no el juez instructor confirma todas las dudas que durante este tiempo hemos mantenido sobre la capacidad y la voluntad de aclarar la masacre de Del Olmo. La poca consistencia del trabajo del juez no permite descartar la posibilidad de que este juicio llegue prematuramente a su fin si durante el transcurso del mismo se sabe algo lo suficientemente importante como para obligar a volver a instruir el sumario, esta vez de verdad. De lo que no cabe duda es de que para quienes nos hemos empeñado en que se sepa la verdad, nos esperan días apasionantes. Ayer no fue uno de ellos.

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