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José Antonio Martínez-Abarca

"Buenos chicos" en el Mar Menor

Que en ese pueblo vayan ya por tres burgomaestres seguidos acusados de golfería dice mucho menos de los gobernantes que de los gobernados, que se sienten huérfanos sin que les roben.

El pequeño municipio costero de Los Alcázares (Murcia) vivía tradicionalmente de la gente modesta que en temporada turística iba allí con la maleta hasta que los terratenientes de toda la vida adscritos "al cambio" empezaron a vivir (harto mejor) de la gente que más que traerse la maleta se la llevaba. Hasta los topes.

Del veraneo para taxistas vallecanos y labriegos autóctonos pasaron a las recalificaciones urbanísticas, a edificar un nuevo edificio consistorial con aire de chantilly en la más ortodoxa Bauhaus giligilista y julianesca, al intercambio de cromos repes sobre planos a escala que hacían de celadores de hospital, al arrimo del eternizado poder socialista, nuevos multimillonarios que incluso se pavoneaban ante la prensa de su obscenidad, a arcones bucaneros como el de Pippi Calzaslargas (sí, aquél lleno de doblones de oro como chocolatinas) que el cerebro de los "malayos" marbellíes, el cartagenero Juan Antonio Roca, manda por Navidad hasta a las pedicuras de un Ayuntamiento en el que el que no está untado es porque no existe. Todos los alcaldes sociatas de Los Alcázares, desde que se tiene memoria democrática, han tenido que dimitir o dimitirse por corrupción urbanística, ellos dicen que asediados por un entorno hostil y completamente "popular".

Que en ese pueblo vayan ya por tres burgomaestres seguidos acusados de golfería dice mucho menos de los gobernantes que de los gobernados, que se sienten huérfanos sin que les roben. Y dice también muchísimo sobre quien ordena esos nombramientos, tanto la ejecutiva regional del partido, que es en realidad quien ratifica o no diga lo que diga la corporación local, como quien tiene agarrada a esa ejecutiva regional por los testículos: un entramado financiero con conexiones en la Junta andaluza que juega al sana, sana culito de rana con los candidatos de los lugares que creen les pertenecen. La familia siempre ha tenido mucho peso en esta localidad, primero para el turismo tradicional de suegra y silla de enea a la fresca, y luego para que todo quedara en ella, en familia digo, en punto de "resolver", que dicen en Cuba.

Al frente del ayuntamiento alcazareño se puso, años ha, un tal Menárguez, que hasta su propio partido, el PSRM-PSOE, en su peor época de corrupción institucionalizada, tuvo que ir a buscar al cesto de manzanas y obligarle a salir, algo que Menárguez no acabó de entender, suponemos que por agravio comparativo. Luego vendría un tal Escudero con aspecto de ser la calva bruñida del anuncio de Netol, aunque en bastante menos limpio, que aseguraba no conocer a Roca aunque por orden de éste él y su equipo recibían voluminosos presentes a domicilio, y ahora otro tal Pepe Meca de apellido promisorio para los que saben dónde buscar eso que no da la felicidad, pero sí algo que se le parece mucho. "Pepote es uno de los nuestros", se oye en una conversación telefónica pinchada por la policía a uno de los socios de Roca. De los nuestros, o sea, del partido de los buenos. Un goodfella, un buen chico. Gente que no delata a sus amigos.

Todo apunta a que la operación Malaya no ha hecho más que oliscar por casualidad en Los Alcázares, de momento, y que allí los sótanos de ese Ayuntamiento blanqueado nada más que en apariencia conducen al butrón practicado en las cámaras del Tesoro de Fort Knox. Estén atentos a sus pantallas... O deberían estar atentos si casi todas las televisiones silentes no fueran también "de las nuestras". Menos mal que aún quedamos algunos que todavía somos de los suyos, para entendernos, del partido de los malos. Corrigiendo lo que decía el conde de Mayalde, hemos llegado a un punto en que sabemos ya que no somos de los nuestros.

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