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EDITORIAL

Otro fracaso educativo

El dogma del multiculturalismo asegura que todas las culturas son equivalentes e igualmente respetables. Es una suerte de racismo a la inversa, un paternalismo condescendiente que prohíbe la crítica constructiva.

El estudio de la Fundación Secretariado Gitano, que desvela el alto grado de abandono de las aulas por parte de los adolescentes de la etnia, muestra las grandes dificultades que la cultura gitana pone al éxito y ascenso social de quienes están inmersos en ella. Con cultura, claro está, no nos referimos a las costumbres más o menos folclóricas y superficiales que no afectan a las perspectivas de futuro de cada uno, sino a aquellas que conforman la manera con que nos enfrentamos a la vida. La capacidad de ahorro o las actitudes frente al trabajo, la violencia, el riesgo, la educación y la empresarialidad no vienen impresas en cada niño que nace ni en el color de su piel, pero el entorno en el que se vive, las cosas que se enseñan como buenas y malas y lo que se ve en la familia y en aquellos con los que se convive sí resultan cruciales para desarrollar unas actitudes más o menos favorables. Aunque todo individuo puede siempre salirse del patrón de lo esperado y caminar por una vía distinta, no cabe esperar que sea la regla, sino la excepción.

Las dificultades con que se encuentran muchos jóvenes gitanos a la hora de prosperar no son distintas a las que tienen personas de otras culturas en muchos países de todo el mundo. El dogma del multiculturalismo asegura que todas las culturas son equivalentes e igualmente respetables. Es una suerte de racismo a la inversa, un paternalismo condescendiente que prohíbe la crítica constructiva a aquellos aspectos de una cultura que dañan, en primer lugar, a quienes viven en ella, dificultando que puedan mejorar sus perspectivas de vida a través, por ejemplo, de la educación.

Por otro lado, este estudio pone en evidencia uno de los argumentos esgrimidos contra mecanismos como el cheque escolar, que ponen en manos de los padres el poder de escoger la mejor educación para sus hijos, en la escuela pública o privada. Una de las razones que se aducen contra esta medida es que los hijos con padres que no valoran la educación sufrirán inmerecidamente las consecuencias de las decisiones que adopten estos últimos. Sin embargo, como vemos, eso ya sucede en el sistema escolar actual. Como suele ocurrir, se toman como excusa los casos de quienes más ayuda necesitan para quitarnos a todos la opción de elegir. El programa electoral para las próximas elecciones locales y autonómicas hubiera sido una buena oportunidad para que el PP optara, en la medida de las posibilidades que ofrecen las competencias autonómicas, por mejorar la educación devolviéndonos la libertad para elegir que nos ha hurtado. Otra vez será.

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