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EDITORIAL

Irán, más nuclear que ayer pero menos que mañana

Occidente, especialmente la Unión Europea, ha decidido vivir peligrosamente en un asunto que se desarrolla a las puertas de su casa.

Ahmadineyad no da su brazo a torcer en el pulso que la teocracia iraní está echando al resto del mundo. Tras jugar durante años al ratón y al gato con Naciones Unidas por culpa del enriquecimiento de uranio, el Gobierno de Teherán ha anunciado que se encuentra en marcha un ambicioso y costosísimo plan para dotar al país de nuevas centrales nucleares destinadas, según los líderes iraníes, a la generación de electricidad. No es ningún secreto, sin embargo, que Irán extrae el 10% del petróleo mundial, lo que se traduce en la segunda reserva petrolífera del planeta después de la de Arabia Saudí y muy por encima de la de países como Irak. La reserva de gas natural es también la segunda del mundo inmediatamente detrás de Rusia.

Bendecida la república islámica con recursos naturales tan valiosos en su subsuelo, es chocante que quiera valerse de la fisión nuclear para generar electricidad. O tal vez lo que los ayatolás pretenden no es sólo dotarse de un parque de centrales para usos pacíficos, sino que piensan explotar esa tecnología con otros fines: los bélicos, por ejemplo. El Gobierno iraní, judeófobo hasta la médula, vive obsesionado con poner bajo su control todo Oriente Medio desde hace más de dos décadas. Son conscientes de que una vez dispongan del arma nuclear se convertirán en los amos intocables de la región.

Esto se sabe en todas las cancillerías de Occidente, aunque los diplomáticos prefieran hacerse los sordos e insistan en un delicadísimo e imposible apaciguamiento. Un camino arriesgado y condenado al fracaso. Los propios teócratas de Teherán se lo recuerdan de vez en cuando en un tira y afloja que parece no tener fin. Pero Occidente, especialmente la Unión Europea, ha decidido vivir peligrosamente en un asunto que se desarrolla a las puertas de su casa. Las consecuencias que se derivarán de semejante comportamiento no tardarán en hacerse notar. Para mal, naturalmente.

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