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Agapito Maestre

Las arenas movedizas de la historia

Si fuera verdad que los "no republicanos", siguiendo a Saura, eran seres inferiores éticamente, o sea, que sus vidas no tenían el mismo valor que la de los republicanos, entonces estaría ofreciendo argumentos para que hoy se les asesinase civilmente.

La historia demuestra que allí donde los revolucionarios han triunfado comenzaron matando a la revolución. Y, por supuesto, eliminaron la libertad. Allí donde conquistaron el poder amordazaron y mataron a los pueblos. Hay cientos de ejemplos. Cuba sigue siendo uno de los más sanguinarios. La historia, como lugar de pruebas, es insustituible. Es razón de la sinrazón. Por este camino, la izquierda totalitaria no podrá nunca pasar el examen. Jamás podrá esgrimir su historia real y verdadera. Ni siquiera podrá mirar de frente sin sentir vergüenza. Si lo hiciera, sólo vería dictaduras comunistas y socialistas. Una mirada limpia a la historia de la URSS y el resto de dictaduras comunistas del mundo mostrará cientos de miles de muertos, millones y millones de seres humanos esclavizados por la búsqueda de un trozo de pan.

Sin embargo, las proclamas totalitarias de la manifestación socialista del día 17 de marzo, o las declaraciones de Saura sobre la "superioridad ética" de los republicanos españoles, no apelaban a esa noción de la historia como ámbito de prueba de la libertad, sino a otra más turbia y torticera. La manifestación del día 17 trataba la "historia" como leyenda o teatro fantástico. Se hablaba de "historia" como sustituto del paraíso religioso. Lugar donde las victorias se vuelven derrotas y las derrotas victorias. La historia, como terreno de arenas movedizas, es la principal amenaza que lanza la izquierda española a los partidos democráticos. La izquierda totalitaria quiere convertir la historia, que siempre es temporal, relativa y contradictoria, en ética. He ahí su principal indecencia: fundar una "moral" en una historia contingente, o sea, su pobrísima razón partidista imponerla como ética universal.

Esas miserias ideológicas fundaban las amenazas de los manifestantes del sábado. Son para tomárselas en serio, porque repetían el mismo manual que ha llevado a la izquierda revolucionaria a los peores crímenes. Esta gente amenazaba con saña, rencor y resentimiento a quien estuviese dispuesto a defender la libertad sin someterse a sus dictados totalitarios: la "historia" les daría la razón. No les gusta la libertad ni menos la apelación a la conciencia. Ellos tienen la razón, simplemente, porque están en la verdad de la historia. Ésta tiene una dirección, como diría la doctrina marxista-leninista, predeterminada. Pilar del Río, una de las señoras que dirigían la ceremonia final de la manifestación, lo dijo con precisión cruel y estalinista: No hace falta gritar que Aznar es un asesino, porque "la historia lo va a decir". La historia, como en los peores tiempos del totalitarismo, condenará a los gobernantes demócratas.

La obsesión por la manipulación de la "historia" que tiene la izquierda española resulta alarmante. Lo mismo vale para culpar al PP de ser el causante de la guerra de Vietnam que responsabilizar a Aznar de la guerra de Irak. En estos órdenes de manipulaciones del pasado, el ejemplo de la manipulación de la historia de la guerra civil española empieza a ser más que preocupante. Es ya casi una obsesión patológica. Una enfermedad que sólo podrán superar, como he dicho en otras ocasiones, cuando asuman críticamente la crítica de Max Weber: "Es cosa de viejas, después de haber sido derrotado, ponerse a buscar quiénes son los 'culpables' de haber perdido la guerra". Por aquí vuelve a caerse siempre en el "mezquino vicio de querer tener siempre la razón utilizando la "ética".

Las declaraciones de Saura, el consejero de Relaciones Institucionales de Cataluña, sobre la "superioridad ética de los republicanos" en la guerra civil española, aparte de antiweberianas, son algo peor que un insulto a la inteligencia. Forman parte de la abyecta operación de los "políticos" totalitarios que "deshumanizan" ideológicamente al adversario, los rebajan de su humanidad, para después no tener que responsabilizarse de su posible asesinato. Si fuera verdad que los "no republicanos", siguiendo el razonamiento de Saura, eran seres inferiores éticamente, o sea, que sus vidas no tenían el mismo valor que la de los republicanos, entonces estaría ofreciendo argumentos para que hoy se les asesinase civilmente.

La deshumanización histórica del adversario es el mal. Saura no aspira a otra cosa que rebajar la humanidad de una parte de los españoles. La deshumanización de los hombres del bando nacional es el salvoconducto para que otros hombres los maten con "naturalidad" e "impunidad". Por fortuna, estas muertes serán sólo simbólicas. Pero, por desgracia, el terrorífico mal de la deshumanización, santo y seña de todos los totalitarismos, sigue siendo la pieza clave, el "permiso para matar", dictado por Saura para quienes quieren buscar "culpables" de su derrota en la guerra civil.

A pesar de todo, la mirada torva del izquierdismo totalitario al pasado no conseguirá desmentir que su propia historia es un campo de pruebas para eliminar la libertad.

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