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Enrique Dans

¿Googlephone?

¿Existe un encaje como para que una compañía que ya tiene posibilidades de tener presencia en los teléfonos móviles con sus aplicaciones, invierta para desarrollar, fabricar, distribuir y vender el suyo propio? ¿Es Google parecida a Apple en ese sentido?

La semana pasada, España se convirtió, de manera involuntaria, en el punto de origen de uno de esos rumores que periódicamente circulan por los mentideros tecnológicos generando todo tipo de comentarios: una directiva de Google Iberia y buena amiga mía, Isabel Aguilera, comentó ante Noticias.com que "la compañía estaba trabajando, entre otras cosas, en el desarrollo de un teléfono móvil".

Dicho así, el comentario no tendría por qué haber tenido la más mínima importancia. Google es una empresa grande e hiperactiva, en la que, como se ha comentado en infinidad de ocasiones, los ingenieros dedican una quinta parte de su tiempo al desarrollo de proyectos que les interesan o les resultan atractivos personalmente. ¿Qué hay de anormal en que alguna persona o varias de la inmensa legión de ingenieros de Google trabaje en un tema relacionado con el desarrollo de un teléfono móvil? Dada la más que obvia relevancia de la telefonía móvil en el futuro del negocio de Google, lo extraño y preocupante sería, incluso, que no fuese así. Pero en fin, el rumor está en la calle, y de España se ha extendido ya a toda la prensa internacional como si efectivamente alguien hubiese confirmado que pasado mañana tendríamos en las tiendas ese todavía hipotético Googlephone.

Por supuesto, no tengo ni la más ligera idea de si la compañía trabaja en el desarrollo de un teléfono móvil para ponerlo en el mercado pasado mañana o se trata de una especulación a partir del trabajo de un ingeniero aislado. Pero lo que sí tengo es la libertad para especular con dicha idea, así que vamos con ello: en primer lugar, con la idoneidad del tema. ¿Sería de extrañar que Google sacase al mercado un teléfono móvil? En principio, todo lo sorprendente que puede ser el que una compañía cuyos productos son mayoritariamente "soft", sacase al mercado un producto "hard", es decir, como diría el gran Nicholas Negroponte, que en lugar de ser reductible a bits, fuese reductible a átomos.

Pasado ese punto, ¿existe un encaje como para que una compañía que ya tiene posibilidades de tener presencia en los teléfonos móviles con sus aplicaciones, invierta para desarrollar, fabricar, distribuir y vender el suyo propio? ¿Es Google parecida a Apple en ese sentido? Mientras Apple tiende a definirse como una empresa de hardware, Google no lo hace, de manera que la fabricación de un "cacharrito" sería algo, de entrada, menos "natural". Sin embargo, en términos de marca, la "potencia" si es parecida: ambas cuentan con un impresionante poderío y buena salud en eso que los académicos consideramos un "activo intangible".

¿Y para qué vale un activo intangible como ese, puesto en la carcasa de un teléfono móvil? Pues ni más ni menos que para reescribir las reglas de una industria. En la industria de la telefonía móvil, aparentemente, el pescado estaba todo vendido. Las operadoras cortaban el bacalao: poseían las infraestructuras, subvencionaban los terminales, controlaban sus funciones, instalaban sobre ellos lo que querían, y actuaban como distribuidores de la mercancía. Los fabricantes de terminales los tenían como su principal cliente, so pena de renunciar a sus subvenciones y canal de distribución y quedarse únicamente con un pequeño descremado del mercado, el que compraba terminales libres. Un segmento interesante, pero decididamente pequeño. Para la gran mayoría de clientes, salvando algunos aspectos de ergonomía o preferencia por costumbre hacia los menús y look & feel de uno u otro fabricante, la decisión de qué terminal comprar se tomaba en la tienda, bajo la atenta mirada y consejos del dependiente, y con el ojo puesto en los puntos del programa de fidelización y el precio de los diferentes terminales.

Y así era... hasta que llegó Apple. Apple entró como elefante en cacharrería. Llamó a una de las compañías grandes, y le expuso sus condiciones, sin siquiera enseñarle el terminal. Le ofreció exclusividad, y le pidió cosas inauditas, requisitos a los que la empresa no estaba acostumbrada, como controlar de manera férrea el software que se ponía en el teléfono (nada de portales de operadora), las prestaciones del mismo, los logos que llevará (únicamente el de Apple), o incluso participar en el modelo de ingresos de la operadora. Cuando esa operadora dijo que no, se fue a por su competidora, que le dijo que sí. El resto, es historia. Y lo será.

¿Puede Google forzar la máquina para negociar tan fuerte como Apple? Muy posiblemente, sí. Si quiere hacerlo. Las operadoras se han pasado años ofreciendo un acceso a Internet caro, malo y restringido, algo que a Google no le permitía desarrollarse en el mundo del móvil como deseaba. Dadas las restricciones que tenía, bastante bien lo ha hecho: yo llevo en mi móvil nada menos que tres aplicaciones de Google: Google Talk, Google Maps y Gmail, y las uso con profusión porque he encontrado uno de los pocos fabricantes de terminales, RIM, que con su BlackBerry ha conseguido diferenciarse e imponer alguna condición a las operadoras (una tarifa plana de verdad). Cuando llegue, si es que llega, ese hipotético Googlephone, veremos dónde está la fuerza de negociación y quién entiende las necesidades de los clientes y las tendencias de la tecnología: si empresas como Apple y Google con sus iPhones y Googlephones, o las operadoras de telefonía móvil.

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