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Antonio José Chinchetru

La censura y los héroes

Unos y otros, represores y héroes, son los dos extremos opuestos de una línea moral en la que no caben términos medios. O se está con unos o se está con otros.

La cantidad de gobiernos que ejercen distintos niveles de censura sobre la Red en la actualidad asciende a la nada despreciable cifra de veinticuatro, según un reciente estudio de la OpenNet Iniciative (en la que participan centros de las universidades de Toronto, Harvard, Cambridge y Oxford). Además, hay que tener en cuenta que el número real de estados censores online puede ser mucho mayor, puesto que, según se explica en la ficha de cada nación al consultar el mapa elaborado por esta iniciativa, sólo se han incluido en el informe aquellos países sobre los que los investigadores ya tienen datos o sobre los que van a comenzar su estudio próximamente.

Frente a esos liberticidas se alzan unos héroes a los que no se debe olvidar. Son aquellos que pagan el ejercicio de la libertad de expresión a través de Internet con penas de cárcel. Son varias las decenas de personas que sufren prisión por haber escrito en la Red, y todos se merecen nuestro más profundo respeto y homenaje. Pero por no alargarnos demasiado tan sólo citaremos un par de nombres que están de actualidad. Uno de ellos es el egipcio Abdel Karim Nabil Suleiman, un hombre valiente al que el régimen de Hosni Mubarak no ha perdonado que criticara en su bitácora a dicho presidente, la Universidad de Al Azhar y el comportamiento de los musulmanes de Alejandría durante los desmanes contra cristianos en 2005.

El otro héroe al que nos referimos ahora es al escritor y disidente chino Zhang Jianhong. La suya es ya una lucha larga, y no es la primera vez que el régimen comunista le priva de libertad (o, para ser exactos, de lo más parecido a ésta que pueda existir en un lugar como en el que él vive) por osar criticar al Gobierno del PPCh. En esta ocasión no le han perdonado que, después de que las autoridades clausuraran su sitio web, publicara más de cien artículos críticos con la dictadura en sitios de Internet extranjeros. Se da la circunstancia de que el suyo es el país cuyo Ejecutivo sirve como modelo a otros gobiernos que censuran y controlan la Red, según muestra el estudio antes citado.

Unos y otros, represores y héroes, son los dos extremos opuestos de una línea moral en la que no caben términos medios. O se está con unos o se está con otros. O se apoya y justifica a los tiranos, como hace con Fidel Castro cierto investigador de La Sorbona a través de un sitio web premiado por la UNESCO, o se los denuncia y se está del lado de los represaliados y la libertad. No es posible la equidistancia, a pesar de que muchos gobiernos democráticos, al igual que políticos de todos los colores y periodistas de distinto signo, la practiquen. Situarse en ese punto es inmoral.

O se está con la libertad (tanto fuera como dentro de Internet) o se está contra ella. El silencio frente a la censura y la represión es una actitud cómplice demasiado extendida en Occidente, en general, y en España en especial. Callar, quienes podemos no hacerlo, no es una opción respetable. No podemos exigir a todos los egipcios, cubanos, chinos, vietnamitas, iraníes, sirios, uzbecos y otros se conviertan en millones de Abdel Karim Nabil Suleiman y Zhang Jianhong, pero sí podemos mostrar nuestro apoyo a éstos y presionar para que sacrificios como los suyos algún día dejen de ser necesarios.

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