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Robert Bottome y Norka Parra

La gira de Chávez

A pesar de tener en estos ocho años más ingresos que cualquier Gobierno venezolano anterior, gracias al alto precio del petróleo, no ha logrado resolver ninguno de los problemas esenciales de los venezolanos.

La más reciente gira del presidente venezolano Hugo Chávez tuvo el objetivo de lanzar una nueva avanzada para consolidar los territorios conquistados en su proyecto bolivariano, el cual ofrece como promesa básica la lucha contra la pobreza en el continente y la orquestación de un bloque que se contraponga al imperialismo de los Estados Unidos.

En Argentina, Bolivia y Nicaragua, con su verbo incendiario antiimperialista, el mandatario venezolano presentó al ALBA (Alternativa Bolivariana para la América), al Banco del Sur y a la Organización de Países Productores y Exportadores de Gas, como tres de los pilares de su plan estratégico para el auto-sostenimiento de América Latina.

Como bandera para vender su revolución, el presidente Chávez utiliza el supuesto éxito obtenido en Venezuela por sus políticas sociales y económicas, a lo largo de sus ocho años de gobierno.

Pero mientras a los otros pueblos de América ofrece la conquista de una "soberanía" similar a la que presuntamente su revolución le ha dado a los pobres de Venezuela, lo que Chávez no dice ni a sus pares latinoamericanos ni a los otros pueblos de América es que en Venezuela el proyecto bolivariano ha sido un fiasco total. A punta de los reales que le ingresan por el alto precio del petróleo, lo único que ha logrado es comprar voluntades, agrandar el paternalismo del Estado, usurpar espacios institucionales y perseguir a los disidentes que no creen en su proyecto.

No explica el mandatario que, a pesar de tener en estos ocho años más ingresos que cualquier Gobierno venezolano anterior, gracias al alto precio del petróleo, no ha logrado resolver ninguno de los problemas esenciales de los venezolanos.

Por el contrario, en Venezuela la soberanía realmente la ejercen el hambre, la miseria, la desnutrición infantil, el desempleo, la inseguridad y la falta de vivienda. Cuando el presidente exhibe como éxito su lucha contra la pobreza, ¿no sabe, acaso, que la cifra de indigentes que deambulan por Caracas no ha bajado sustancialmente, a pesar de la Misión Negra Hipólita, y que tantos niños y adultos viven en la calle?

¿Tendrá en mente que el déficit habitacional para 2006 fue de 1,68 millones de viviendas, un 87% más que en 1999, cuando iniciaba su mandato, o a los miles de venezolanos que no tienen acceso a empleos formales y sobreviven en la informalidad o de las dádivas de las misiones del Gobierno? ¿Pensará en el fracaso en educación con una matrícula escolar que llegó tan sólo a 8,5 millones de estudiantes, cuando su meta era de 16 millones? ¿Podrá explicar por qué en 2006 murieron 18.381 ciudadanos en manos del hampa, un 304% más que en 1998?

En su reciente gira tampoco explicó a los latinoamericanos que sus políticas anti-propiedad privada, anti-empresa, anti-mercado y contrarias a la libertad sólo han logrado el desmantelamiento de toda la cadena de producción nacional, lo que ha degenerado en escasez, mayor inflación y más pobreza.

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