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Amando de Miguel

Nombres raros

Concurrieron al acto dos hermanos, Leónidas y Estanislao. Lo raro no era esa pareja de nombres sino que, nacidos en la época de la República, se llamaban realmente Lenin y Stalin.

El escritor Apuleyo Soto (imaginativo autor de cuentos infantiles) me comunica que, en la ristra de nombres raros que aquí se recogen, no figura el de Apuleyo. El hombre está orgulloso de su patronímico, más que nada por la autoría El asno de oro por Lucio Apuleyo, del siglo II. Se queja don Apuleyo de que el Vaticano ha descatalogado del santoral el nombre de Apuleyo. Hay una oración especial dedicada a San Apuleyo, que se conserva en Soria. Se comprenderá la angustia de don Apuleyo: "¿A quién invoco yo ahora [por] mi salvación?". Añade este dato estadístico: "Que yo sepa, no hay ahora en el mundo más que tres Apuleyos: mi primogénito [...], Plinio Apuleyo Mendoza, colombiano, biógrafo de Gabriel García Márquez [...] y yo mismo". Estoy seguro de que, entre los libertarios, habrá algún Apuleyo más, o por lo menos alguno conocerá a alguien con ese simpático nombre. Reitero la utilidad que tiene el hecho de llamarse con un nombre no convencional. En esos casos el nombre propio domina sobre el apellido.

B. Díaz de Cerio me pregunta por el significado del nombre Eximorgan, natural de Palencia, aunque en algún caso figuraba como Exiquio. Ambos nombres me parecen inverosímiles, pero como hay tantos. Más potable es Hesiquio (= pacífico o sosegado en griego). Fue un hispano, discípulo de Santiago el Mayor.

Guillermo Artiles Monzón (Las Palmas de Gran Canaria) relata que su madre es enfermera en el Hospital Maternoinfantil de Las Palmas. Esa condición permite la experiencia de nombres propios abigarrados, como solo los canarios se atreven. Por ejemplo, en Las Palmas existe "una conocida promotora inmobiliaria, cuyo nombre es un acrónimo formado con dos sílabas de los apellidos de sus socios: BELEYMA". En el hospital trabaja una chica llamada Beleyma. Está convencida de que lleva el nombre de una "princesa guanche". En ese mismo hospital un paciente lleva otro poético nombre: "Kevin de los Ángeles".

Francisco Manrique (Jerez de la Frontera, Cádiz) me comunica que está elaborando un catálogo de trabucamientos andaluces. Me adelanta una divertida historia onomástica. El padre de don Francisco, notario, hace algún tiempo ayudó a preparar el testamento de una familia de la Sierra granadina. Concurrieron al acto dos hermanos, Leónidas y Estanislao. Lo raro no era esa pareja de nombres sino que, nacidos en la época de la República, se llamaban realmente Lenin y Stalin. Se da con alguna frecuencia la elección de nombres ideológicos para satisfacción o capricho de los padres. Así, el nombre de Pablo procede a veces de padres socialistas (por Pablo Iglesias) y el de Irene (= Paz en griego) de padres pacifistas.

Alfonso (Sevilla) me envía los curiosos nombres de dos compañeros de la oficina: Maribel León Macho y Teresa Gata Mata. Altero los nombres propios para que nadie se sienta aludido. Insisto en que no hay por qué preocuparse por llevar un nombre raro. Al contrario, puede ser un estupendo signo de identificación.

Jordi Mas (Barcelona) me dice que el famoso cantante de flamenco, Manzanita, en Cataluña lo llaman cariñosamente Pometa. Me pregunta don Jordi, si me molesta que, con la misma vena festiva, a mí me llamen Estimant de Miquel. En absoluto. Aunque advierto que ese "Amando" originariamente, en protofrancés, significa "Almendra". Así pues, mi nombre festivo en catalán podría ser Ametlla de Miquel.

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