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Emilio J. González

El hastío de Solbes

Por muy hastiado que esté de todo esto, hasta el punto de haber amagado en más de una ocasión con la dimisión, sigue en su cargo y, por tanto, se debe a él y a sus exigencias, entre ellas la de hablar cuando es preciso y actuar cuando resulta necesario.

Los últimos acontecimientos en torno al caso Endesa han puesto de manifiesto muchas de las carencias del actual Gobierno, entre ellas la de un responsable de política económica capaz de imponerse a los desmanes cometidos por Enel y Acciona y jaleados por Moncloa y el Ministerio de Industria. La eléctrica italiana y la constructora de los Entrecanales han campado tranquilamente por sus respetos, saltándose todo tipo de normas y regulaciones y poniendo en entredicho a las instituciones de nuestro país sin que apenas nadie se atreviera a salirles al paso. Así ha sucedido lo que ha sucedido y acabaremos por pagarlo muy caro.

En este sentido, el vicepresidente económico del Gobierno tendría que haber saltado al ruedo y torear a esa bestia que, al final y sin oponentes, ha acabado por imponer tranquilamente su voluntad. Pero Solbes, lejos de ello, ha permanecido en silencio, viendo los toros desde la barrera y sin decir ni hacer, como era su obligación. El máximo responsable de la economía de nuestro país tendría que haber criticado, desde un primer momento, el juego sucio desplegado por Enel y Acciona contra E.On y, sobre todo, contra la normativa europea, la libertad de mercado y los intereses de los accionistas minoritarios, que se han visto perjudicados por cuanto se ha gestado el pasado fin de semana y culminado el lunes. Sin embargo, Solbes ha permanecido en silencio.

El único en hablar y en actuar conforme con las exigencias de su cargo ha sido el dimisionario presidente de la CNMV, Manuel Conthe, quien, sabiendo lo que se estaba perpetrando y viéndose aislado en el seno del organismo regulador de los mercados financieros, presentó su renuncia en el momento oportuno, dando de esta forma un serio toque de atención al Gobierno que no ha pasado desapercibido ante nadie, como debía de ser. Y Solbes, en lugar de salir en defensa de Conthe y su postura ante lo que estaba sucediendo, no sólo se ha callado sino que, además, se ha irritado por la decisión de Conthe no sólo de dimitir sino de hacerlo ante la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados, donde quiere comparecer para dar todas esas explicaciones que los ciudadanos quieren y necesitan.

En realidad, parte de lo que ha sucedido con Conthe es culpa del propio Solbes. El vicepresidente económico sabe de sobra que el camino que han seguido Zapatero y Clos, Enel y Acciona, no es por el que se debe transitar ni en la Unión Europea ni en una economía de mercado, pero no ha dicho nada al respecto cuando, meses atrás, sí supo pronunciarse respecto a la necesidad de que nuestro país cumpliera las exigencias de la Comisión Europea respecto a los poderes conferidos a la Comisión Nacional de la Energía para torpedear la OPA de E.On.

Solbes, con su silencio, ha actuado bastante mal en este asunto, pero lo ha hecho todavía peor en lo que se refiere a la CNMV. Como ministro de Economía, Solbes nunca debió permitir el descredito en el que ha caído el organismo regulador de los mercados financieros al permtir campar tranquilamente por sus respetos a Enel y Acciona, sin frenarles ni sancionarles. De la misma forma, Solbes jamás debió permitir que Conthe se viera completammente aislado en el consejo de la CNMV, donde, incluso, votaron en contra de su pretensión de sancionar al tándem hispano-italiano tanto la directora general del Tesoro, Soledad Núñez, que depende directamente del titular de Economía, como la nueva consejera de la CNMV, la ex jefe de Gabinete de Solbes, Soledad Abad.

Solbes, por tanto, se ha rendido, ha renunciado no tanto a presentar batalla como a seguir librándola. Eso no es propio de alguien que volvió al Gobierno con el prestigio ganado en sus años de comisario europeo de Asuntos Monetarios. Pero Solbes está hastiado. Está cansado de enfrentamientos constantes con Moncloa y con el ministro de Industria de turno, está cansado de irresponsabilidades, está cansado, en definitiva, de no ser más que una simple pieza en el juego de política de imagen que viene desplegando Zapatero desde el comienzo de la legislatura. Pero por muy hastiado que esté de todo esto, hasta el punto de haber amagado en más de una ocasión con la dimisión, sigue en su cargo y, por tanto, se debe a él y a sus exigencias, entre ellas la de hablar cuando es preciso y actuar cuando resulta necesario. El vicepresidente económico no ha hecho ni lo uno ni lo otro, como si lo único que le quedara ya es esperar a la finalización de la legislatura para retirarse. Esta no es la salida honrosa que se había merecido por su labor en años anteriores.

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