Cuando regresamos a un bosque, después de varios años, vemos que los árboles están más grandes por el sólo paso del tiempo. Igual sucede con la mayoría de los vegetales y animales, que crecen automáticamente con los años. Pero ese proceso no ocurre automáticamente con el desarrollo económico, en las sociedades humanas.
Hay ciudades que permanecen estáticas durante siglos; no crecen, incluso retroceden. Al profesor Friedrich Hayek, Premio Nobel de Economía 1974, no le gustaba utilizar el término "desarrollo", ya que podía dar la impresión que las sociedades, al igual que las plantas y los animales, se desarrollan por el sólo paso del tiempo.
Al analizar la historia de las civilizaciones comprobamos que las más antiguas no son las más desarrolladas. El nacimiento de la civilización se sitúa en lo que hoy es Cisjordania, región al oeste de Jordán. Sin embargo, la población de esa zona es una de las más atrasadas en el siglo XXI. En el continente africano se encontraron los fósiles de los primeros seres humanos, pero gran parte de Africa sigue siendo la zona con menor desarrollo económico en el mundo. Las sociedades china e hindú están entre las más antiguas, pero China y la India todavía son países subdesarrollados, a pesar de su gran crecimiento en los últimos años.
Hay sociedades relativamente nuevas, como la canadiense y la australiana, que han alcanzado mayores niveles de crecimiento y desarrollo que muchas de las sociedades antiguas. Si no existe un entorno que estimula y garantiza el crecimiento, una sociedad puede estancarse y hasta retroceder según pasan los años. Ese el tema de mi el libro El derecho como base del crecimiento económico (Editorial Diana), cuya principal tesis es que las leyes que rigen a una sociedad son las que determinan que retroceda, se estanque o se desarrolle.
El entorno jurídico –no la raza, ni la religión, ni el tiempo– es el ingrediente social clave que marcó durante el siglo XX la gran diferencia entre el crecimiento económico de Estados Unidos y el de los países de Iberoamérica.
