Dos días después del estallido del escándalo sobre el informe redactado para acabar con la carrera de Francisco González, ninguno de los protagonistas de la trama ha sido capaz de explicar nada. Lejos de informar sobre tamaña irregularidad, Solbes, Sebastián, y tras su comparecencia parlamentaria de ayer, también Rodríguez Zapatero, se han abonado al "yo no lo hice", un juego que no hace sino alimentar las peores sospechas de los ciudadanos. Por su parte, y al contrario de la renuencia mostrada en otras ocasiones, el Partido Popular ha puesto el asunto en manos de la justicia y se ha apresurado a solicitar una Comisión Parlamentaria y a exigir al presidente del Gobierno lo único que cabe pedirle a un dirigente político en cualquier democracia consolidada: la asunción de cualesquiera responsabilidades políticas por parte de los protagonistas de este escándalo que tanto daño hace a las instituciones y al prestigio de España.
Además de las consecuencias penales que los hechos denunciados por Conthe puedan acarrear, y que hasta la fecha sólo han sido parcial y torpemente desmentidos por unos y otros, es urgente que el Parlamento tome cartas en el asunto. En primer lugar, urge abrir una Comisión de Investigación que solicite el informe a todos aquellos por cuyas manos pueda haber pasado y los interrogue. En segundo lugar, la acción de la justicia no debería ser ni obstaculizada ni ralentizada. Veremos si Conde Pumpido es capaz de sucumbir a la tentación de comportarse nuevamente como un comisario político más que como un servidor público.
Y por último, aunque para empezar no estaría nada mal, Miguel Sebastián debe retirar de inmediato su candidatura a la Alcaldía de Madrid, ciudad cuyos habitantes no merecen tener que soportar a un político bajo sospecha de gravísimos hechos que ni siquiera se digna a explicar. Con su habitual arrogancia, Sebastián ha hecho un doble desprecio a los votantes, primero desapareciendo y después desapachándose con unos concisos "no fui yo y "Conthe miente" que ya suenan a agua pasada. Junto a él, nada mejor para salvar el poco prestigio que les queda a los organismos reguladores españoles tras el paso de Atila de los hombres del presidente Zapatero, que la dimisión de Pedro Solbes. Sin embargo, nos tememos que ni siquiera estos mínimos requisitos de dignidad política vayan a ser cumplidos ni exigidos por el presidente del Gobierno. Dos días después, las cosas siguen oliendo mal, pero no sólo en la CNMV. ¿Hasta dónde llegará el hedor?