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Thomas Sowell

Ideas sueltas

Algunos de los casos más egregios de suplantación de personalidad se encuentran entre intelectuales con serios problemas en recordar que no son Dios.

En ocasiones parece como si todo el mundo estuviera intentando arrancar su propio trocito de Estados Unidos, hasta que todo acabe hecho pedazos.

Un lector escribe: "Los progresistas no nos hacen individualmente responsables de nada, pero nos consideran colectivamente responsables de todo."

La última vez que vi a un republicano enfadado fue en 1991, cuando Clarence Thomas les dijo a los senadores lo que pensaba de las tácticas difamatorias que emplearon en su contra. La ocasión inmediatamente anterior fue cuando Ronald Reagan dijo aquello de "Gorbachov, derribe este muro". Antes de eso, quizá Teddy Roosevelt.

Demasiadas personas situadas en cargos de responsabilidad actúan como si éstos fueran simplemente cargos de oportunidad para ellos mismos. Los que se limitan a robar dinero probablemente causen menos daño que los profesores que atiborran de propaganda a sus alumnos, los medios que sesgan las noticias o los políticos que venden los intereses de su país con tal de salir reelegidos.

Un lector escribía: "¿Se ha dado usted cuenta de que en las encuestas de opinión preguntan a personas que no son especialistas en la materia sobre la que tienen que responder y luego se publican estas opiniones como si fueran los evangelios en lugar de un ejemplo de ignorancia colectiva?"

A juzgar por las encuestas, la memoria de los votantes republicanos no parece ser tan corta como esperaba el senador John McCain. A juzgar por la cobertura de la prensa, la memoria de los medios de comunicación no parece tan grande como esperaba, a juzgar por cómo trataba de impresionar a los periodistas.

Una señal de los tiempos que vivimos es el anuncio a toda plana de un crucero por Alaska en el izquierdista New York Review of Books: "Contemple los glaciares de Alaska antes de que hayan desaparecido". Los compañeros de viaje incluyen a Ralph Nader y al editor de la revista The Nation.

Las personas que más miedo me dan son las que ni siquiera saben lo bastante como para darse cuenta de lo poco que saben.

Un lector me envió el siguiente mensaje, citando a su sobrino: "Llamar 'trabajador indocumentado' a un extranjero ilegal es como llamar 'farmacéutico sin licencia' a un traficante de drogas."

Algunos de los casos más egregios de suplantación de personalidad se encuentran entre intelectuales con serios problemas en recordar que no son Dios.

Nuestro sistema educativo, nuestros medios de comunicación y nuestra intelligentsia han estado minando incansablemente los valores, las tradiciones y la unidad de este país durante generaciones, mientras calificaban como "comprensible" todo tipo de desviaciones, desde la prostitución a las drogas pasando por los disturbios.

Los récord de home runs que dieron la fama a Babe Ruth ya han sido superados, pero probablemente uno de sus récord nunca lo será: dejar, como pitcher, al equipo contrario sin puntuar el periodo más largo en la historia de las Series Mundiales: catorce entradas. Pocos llegan hoy día a las nueve.

El calentamiento global parece unirse a la diversidad, el control de armas y los espacios abiertos en la creciente lista de materias sobre las que el debate racional ha pasado a ser imposible, porque se considera mala persona a quien tenga la intención de hablar racionalmente sobre ellas.

¿Es el empresario que lo contrata más pobre por culpa del dinero que le paga? Probablemente no, o nunca le habría contratado. ¿Entonces por qué asumimos que una empresa o sus clientes son más pobres por la cantidad que cobra su director ejecutivo?

La reseña de uno de los muchos libros ecologistas afirmaba que, aun en el caso de que no esté haciendo todo lo que le gustaría por "llevar un estilo de vida ecológico", al menos puede "felicitarse por dar pequeños pasos para mejorar el planeta". En eso consiste realmente el ecologismo y, con él, gran parte de la agenda política de la izquierda: la autosatisfacción.

Me basta con mirar a Suze Orman durante unos segundos mientras zapeo para sentirme completamente exhausto.

Cuando veo cómo nuestros políticos, medios de comunicación, profesores y clase intelectual van de mal en peor, no puede evitar preguntarme si podría llegar alguna vez el día en el que lo único que pudiera salvar a este país fuera un golpe de estado.

En su libro Income and Wealth (Ingresos y riqueza), el economista Alan Reynolds afirma que la gente se forma con frecuencia "fuertes opiniones" basadas en "débiles estadísticas". Desafortunadamente, eso también se cumple en un amplio abanico de temas, desde el calentamiento global hasta el sexismo.

Soy tan viejo que puedo recordar a un demócrata que, en su discurso de apertura como presidente, dijo de nuestros enemigos: "No nos atrevamos a tentarles con debilidad".

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