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Fundación Heritage

La victoria de Sarkozy

Estados Unidos se ha esforzado también por acercarse a Europa. De hecho, a veces uno se pregunta si Bush y Rice no estarán haciendo lo imposible por lograrlo.

Helle Dale

¿Estamos ante un nuevo amanecer en las relaciones entre Estados Unidos y Europa? La convincente victoria de Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de Francia así parece sugerirlo. Sarkozy ha sido decididamente proamericano en su campaña y en su discurso de la victoria. "Quiero enviar un mensaje a nuestros amigos americanos, decirles que pueden contar con nuestra amistad, que se ha fraguado en las tragedias de la historia que hemos tenido que enfrentar juntos", decía al celebrar su triunfo.

Luego continuó pidiendo el liderazgo americano, pero lamentablemente para una causa que ahora casi ha adquirido estatus de religión en toda Europa. "Quiero decirles que Francia siempre estará a su lado cuando ustedes lo necesiten, pero también quiero decirles que la amistad significa aceptar que los amigos puedan pensar distinto y que una gran nación como Estados Unidos tiene la obligación de no poner obstáculos en la lucha contra el calentamiento global, sino que, por el contrario, debe tomar la delantera en esta lucha porque lo que está en juego es el destino de la humanidad al completo. Francia hará de ésta su principal batalla."

Hay otras causas que podría haber preferido para el sonoro llamamiento al liderazgo americano que solicita Sarkozy. El terrorismo global, la libertad política o incluso acabar con el hambre en el mundo hubieran sido más fáciles de alcanzar que cambiar el clima de la tierra en algún grado cuantificable.

Aún así, su actitud, que difiere inmensamente de la actitud tradicional de la élite política francesa, es revitalizante y no parece haber perjudicado el respaldo de los votantes franceses de a pie. Ciertamente marca una estimulante diferencia si se compara con el presidente en funciones Jacques Chirac y su controvertido primer ministro (ex ministro de Asuntos Exteriores) Dominique de Villepin, un hombre que adoraba a Napoleón, despreciaba a Estados Unidos y cuya vanidad no parecía tener límites. Al oponerse activamente contra la guerra de Irak en el Consejo de Seguridad de la ONU y al pregonar constantemente que Europa (y Francia) eran los contrapesos al poder americano en el mundo, Chirac y De Villepin le hicieron un enorme daño a la alianza de siglos de antigüedad entre Francia y Estados Unidos.

Desde que Angela Merkel ascendiera a la cancillería de Alemania en 2006, se han estado experimentando unos gratos aires de cambio en las relaciones transatlánticas. Aunque la conservadora Merkel preside un gobierno dividido, cuya política exterior está en manos de los socialdemócratas, a nivel personal ha logrado una relación mucho más cordial con el presidente Bush, un hombre que le da mucha importancia a las relaciones personales.

Además, desde que la Secretaria de Estado Condoleezza Rice tomó las riendas del Departamento de Estado en el segundo mandato de Bush, Estados Unidos se ha esforzado también por acercarse a Europa. De hecho, a veces uno se pregunta si Bush y Rice no estarán haciendo lo imposible por lograrlo. En la reciente cumbre entre Estados Unidos y la Unión Europea en Washington, el presidente estuvo hablando de una nueva sociedad global europeo-americana. Eso representa un gran paso para una administración que de otra forma ha estado acostumbrada a buscar aliados de forma individual entre las naciones europeas.

Hay otro factor más a tener en cuenta. Gran Bretaña, que bajo la batuta del primer ministro Tony Blair ha sido el aliado más fiable de Estados Unidos entre los grandes países europeos, está a punto de experimentar sus propios cambios políticos. Blair anunció su renuncia. Y esto precipitará una lucha interna por el liderazgo del Partido Laborista que probablemente ganará de forma aplastante Gordon Brown, al que designó como sucesor, en la convención de junio. Brown es el ministro de Hacienda de Gran Bretaña. Será interesante ver cómo va a gestionar las relaciones con Estados Unidos. Parece tener una buena disposición en lo personal y se sabe que le gusta pasar sus vacaciones en Martha's Vineyard, una isla al sur de Cabo Cod en Massachusetts, Estados Unidos.

Pero es pertinente hacer una advertencia sobre Sarkozy. Aunque es atlantista, se le debe ver también como muy europeo en su perspectiva. Sarkozy está dedicado a la expansión de la Unión Europea, ha propuesto una revisión del tratado que permitirá la expansión de la unión más allá de sus actuales 27 miembros y ha prometido recuperar para Francia su posición de liderazgo dentro de Europa. Ha propuesto retener los subsidios de la Unión Europea para los nuevos miembros de la Unión Europea que practiquen la competencia fiscal contra la "Vieja Europa". Y se opone a que Turquía sea miembro de la Unión Europea.

Además, Sarkozy también tendrá que vérselas con el establishment político francés apoltronado en los ministerios de Exteriores y de Defensa al tiempo que busca mejorar las relaciones franco-americanas. Pero por ahora, un toque de optimismo resulta adecuado.

©2007 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en el Wall Street Journal, Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y la BBC.

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