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EDITORIAL

El PSOE jamás cumplió el pacto antiterrorista

La verosimilitud de la información no viene avalada sólo por el lado terrorista de la mesa de negociación, pues los contactos detallados en el boletín oficial de ETA ya habían sido expuestos previamente a la opinión pública por distintos diarios.

No es la primera vez que ETA publica las actas de sus tejemanejes secretos con un partido político. Ya cuando consideró que el PNV había incumplido los acuerdos que eventualmente llevarían al pacto de Estella y la tregua-trampa, la banda terrorista dio a conocer en qué habían consistido las negociaciones. La verosimilitud de la información, además, no viene avalada sólo por el lado terrorista de la mesa de negociación, pues los contactos detallados en el boletín oficial de ETA ya habían sido expuestos previamente a la opinión pública por distintos diarios. No cabe, por tanto, esquivar la cuestión negándose tres veces a responder a preguntas sobre el particular, como ha hecho De la Vega inmediatamente después de afirmar que los políticos "tienen la obligación de contestar siempre". Pero a estas alturas tampoco valdría salir con desmentidos que nadie en su sano juicio se iba a creer.

Sin duda, ETA ha decidido poner estos datos encima de la mesa en represalia por la ilegalización de una parte de sus candidaturas a los ayuntamientos vascos. Posiblemente, las recientes declaraciones de Conde Pumpido considerando excesivo su magro celo ilegalizador y apenándose por la ausencia de la banda terrorista en algunos consistorios intentaba calmar los ánimos de la serpiente. No parece que haya tenido el éxito esperado, a no ser que el Gobierno estuviera temiendo algo aún peor, como un nuevo atentado electoral.

La desvergüenza del PSOE que demuestran estos datos no por conocida deja de resultar espeluznante. Mientras defendía ardorosamente la paternidad del pacto antiterrorista, el maltratador escogido por "el justiciero de las mujeres" para sus tejemanejes con ETA reconocía ante los terroristas que su partido consideraba que los crímenes de la banda nacían de un conflicto previo de naturaleza política. Es decir, justificaba sus asesinatos.

Además, las múltiples y repetidas mentiras del PSOE y el Gobierno en torno a este proceso provocan que ahora no repugne a la razón hasta las hipótesis más espantosas. Si una vez instalado en el Gobierno se produjo el chivatazo a ETA encaminado a evitar la desarticulación de su aparato de recaudación, ¿resulta tan inimaginable que no fuera la primera vez que algo así sucede? ¿Resulta acaso inverosímil que pudieran llegar a ETA a través de los socialistas los datos que el ingenuo Gobierno del PP revelaba a Rubalcaba en la comisión de seguimiento del pacto?

Pero aunque no se hubiera llegado a estos extremos, lo cierto es que el PSOE llegó al poder engañando a los españoles. Pocas semanas antes de las elecciones del 14-M, Zapatero forzó la dimisión de Carod Rovira del Gobierno de Maragall por hacer lo mismo que los socialistas llevaban años haciendo. El motivo es que no resultaba popular que se supiera antes de ir a las urnas que el camino que a él le gustaba era el que señalaba el club de Perpiñán. Una vez fue elegido como hombre débil frente al terrorismo islámico, pero firme ante el nacionalista vasco, decidió seguir cada vez más abiertamente la vía de la cesión ante los asesinos que tan bien le funcionó aquellos tres días de marzo.

Desgraciadamente para sus ambiciones, la rendición del Estado de Derecho ante ETA no ha podido ser tan completa como hubiera deseado. La respuesta de los ciudadanos, la rebelión cívica encabezada por las víctimas del terrorismo, ha impedido que diera más pasos por un camino que gustosamente hubiera recorrido entero. Pero con una contestación popular tan fuerte se arriesgaba a perder lo único que realmente le importa, el poder. La lentitud con que ha cedido a los deseos de la insaciable banda asesina ya llevaron a ésta a atentar en Barajas y, ahora, a detallar las reuniones que mantuvo con el PSOE mientras éste aseguraba ser leal al Gobierno y al pacto antiterrorista. Sería ingenuo esperar que se hubieran acabado las represalias.

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