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Carlos Semprún Maura

Tocino y velocidad

Evidentemente, el gran ministerio del viento y la marea de Alain Juppé es una operación política para protegerse de la gigantesca superstición ecológica que reina en la opinión pública.

El ritmo impuesto por Nicolas Sarkozy a todos, y en particular a sus ministros, es sorprendente y los deja apabullados. Parece como si estuviera al mismo tiempo en un mitin en Marsella y reunido con la Comisión Europea en Bruselas. Y todos los días igual.

Evidentemente, el gran ministerio del viento y la marea de Alain Juppé es una operación política para protegerse de la gigantesca superstición ecológica que reina en la opinión pública. En la primera reunión con las asociaciones ecológicas y con Nicolas Hulot se manifestaron desacuerdos fundamentales, por ejemplo, sobre la energía nuclear civil. Menos mal. De todas formas sigo considerando que, por muy hábil que sea la maniobra, provocará mucho despilfarro.

El Partido Socialista está en crisis después de su derrota en las presidenciales, según dicen las encuestas y los "elefantes", que temen todos perder las legislativas, cuya campaña oficial comenzó el lunes, tras ser derrotados por Sarkozy. Ségolène Royal, que no se presenta, sigue siendo la más popular entre los simpatizantes y los electores socialistas, pero continúa estando mal vista en el aparato del partido. No obstante, el que está recibiendo todas las bofetadas en François Hollande, el primer secretario. El único de los rivales de Ségolène cuya popularidad aumenta entre los socialistas es Strauss-Kahn, que no cesa de criticar a su propio partido, un partido de vieux croutons, repite. O sea, de vejestorios burocráticos.

Los diarios de izquierda que he leído estos días, Libération y Le Monde, denuncian página tras página la crisis del Partido Socialista, su ausencia de programa, de entusiasmo, de liderazgo. Pero ellos también están en una crisis grave. Si por ahora Libération se ha salvado de la quiebra, vendiéndose al "gran capital", la crisis en Le Monde parece aún más grave: Jean-Marie Colombani, presidente del grupo, ha sido rechazado por las "sociedades de redactores" al presentarse a un tercer mandato. En principio debería dimitir y dedicarse al cultivo de las alcachofas, pero como era el único candidato y no despunta un sucesor evidente, la crisis va para largo, y al final no sería totalmente imposible que siguiera él.

En situaciones de crisis como ésta, el papel del presidente del Consejo Editorial, Alain Minc, es fundamental, pero como ha hecho campaña a favor de Nicolas Sarkozy, muchos periodistas seguramente lo consideren un traidor se opondrán a sus consejos. Para decirlo claramente, y dejando de lado los problemas de gestión y de capitalización de esos diarios, el problema de fondo es que pierden lectores, como el Partido Socialista pierde electores. ¿Habrá llegado la hora de la derecha en Francia?

La semana pasada leí en Le Figaro un artículo de Robert Redeker sobre el simbolismo de la función de presidente en Francia. Era un artículo curioso e interesante, pero sobre todo me alegré de tener noticias suyas, aunque fuera indirectamente.

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