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Daniel Rodríguez Herrera

A tortas por Second Life

A la izquierda de hoy en día no le mueven los principios, sino las poses. Una de ellas es su estatus como portador de la modernidad; de ahí que Llamazares se rebajara a dar un mitin en un paraíso del capitalismo como es Second Life.

Neal Stephenson se dio a conocer al gran público del género literario de la ciencia ficción con Snowcrash, una novela de tono bastante socarrón que cogía el restringido universo del ciberpunk y le daba la vuelta, lo que produjo un nuevo subgénero que se dio en llamar, en un gran alarde de imaginación, postciberpunk. En aquel libro la red de redes, presente en todo este tipo de literatura, se llamaba Metaverso y era un mundo tridimensional en el que la gente interactuaba por medio de interfaces de realidad virtual de una forma razonablemente natural o, al menos, bastante más parecida a la realidad que lo que es Internet hoy día.  Aunque no fue el primero en emplear el término "avatar", procedente de una palabra en sánscrito que significa "encarnación", para describir a las personalidades virtuales, fue la novela que la popularizó. Y su Metaverso puede contemplarse en una forma muy primitiva en sistemas como Second Life.

El caso es que hace unos días compartí mesa redonda con Enrique Dans y éste comentó que me veía bastante escéptico con este mundo virtual, algo en lo que acertó plenamente. Pero su visión de que el futuro estaba en interfaces de usuario más naturales me picó lo suficiente como para entrar por primera vez en Second Life. Por probar, más que nada. Después de un par de horas pululando por ahí me reafirmé en mi desconfianza ante el futuro del invento. Si Internet es comunicación e información, el mundo tridimensional creado por Linden Lab sería un interfaz distinto para hacer más o menos lo mismo. En lugar de páginas web hay edificios. En lugar de nombres sin rostro hay muñecos.

Mi escepticismo con Second Life es que, al menos en el estado actual de la tecnología, supone un interfaz muy pobre y difícil de utilizar si se compara con la web. Cierto es que en apariencia suena como si fuera algo mucho más sencillo y natural, pues al fin y al cabo vivimos en un mundo tridimensional al que el invento este intenta imitar. Sin embargo, las acciones que aquí realizamos sin pensar en cómo lo hacemos pueden ser verdaderamente complicadas, si no imposibles, de realizar en Second Life. Podemos hacer que nuestro avatar se siente pero, ¿cómo lograr que cruce las piernas? No sé siquiera si se puede hacer. Porque estoy convencido de que se pueden hacer muchas más cosas de las que aprendí en ese par de horas escaso, pero si se tiene que estudiar uno un manual para aprender hasta los movimientos más simples es que Second Life, como interfaz de usuario, es un fracaso. Miren en cambio lo sencilla que es la web. Su mayor dificultad está en que exige saber leer  y que pinchar en los textos subrayados lleva a otra página.

Pero el caso es que ya tenía usuario de Second Life cuando se inició la sentada delante de la sede virtual del PSOE ovetense. De modo que me fui para allá y conocí a Iulius Carter, promotor de la misma, a otros manifestantes e incluso a un reventador del acto, que portaba una enorme bandera exigiendo la libertad para De Juana Chaos mientras lucía en su ropa una bandera con el águila de San Juan. Pude contemplar alguno de los actos violentos que denuncia Carter en su blog y hasta me hice una "foto" allí (soy el de la derecha, de amarillo).

Lo más curioso del caso es cómo se reproduce el comportamiento de la izquierda en este mundillo virtual. Resulta que un vándalo ha quemado las sedes del PSOE y el PP en Second Life (nada grave, se recuperaron inmediatamente), lo que sirvió para que los medios de izquierdas descalificaran la sentada virtual, con mayor asistencia que el mitin de Llamazares, como propio de vándalos y gente de la derecha extrema, sea lo que ello fuere. Pero el avatar responsable de esos actos está afiliado –virtualmente, eso sí– al grupo del PSOE.

Como escribía el maestro Sowell hace unos días, a la izquierda de hoy en día no le mueven los principios, sino las poses. Una de ellas es su estatus como portador de la modernidad; de ahí que Llamazares se rebajara a dar un mitin en un paraíso del capitalismo como es Second Life. Nada les irrita más que aquello que pueda echarle abajo una parte de esa posición angelical en la que se han colocado a sí mismos, de modo que recurren a lo que pueden con tal de poder seguir aparentando que son los más modernos. O los defensores de los pobres. O tantas otras mentiras.

Pero que este asunto haya resultado interesante y revelador no significa que Second Life no me siga pareciendo una tontería como una catedral. Quién sabe si dentro de diez años...

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