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Cristina Losada

Sacar a Madrid del mapa

Estas municipales y autonómicas, matizadas cuanto se quiera por variables ajenas a la política nacional, no han representado un "detente, ZP, que te la vas a dar". Tal vez un aviso con sordina.

José Blanco y otros geógrafos de ocasión están empeñados en sacar a Madrid del mapa de España. Coinciden con un deseo siempre acariciado por los nacionalistas, aunque transformado ahora de esta guisa: si no podemos independizarnos de Madrid, que Madrid se independice de nosotros. La fórmula no me la he inventado yo –¡qué inventen ellos!–, sino que la extraigo de las palabras que, a modo de análisis, pronunciaba el director de un periódico catalán durante el programa de Antena 3 Televisión en la noche electoral. Además de amostazarse por que otro director interpretara el resultado como una derrota de ZP, proclamó ese buen señor que se había demostrado ya con toda nitidez que Madrid era absolutamente independiente. Vamos, que la tendencia política que allí emergía era una grotesca excepción, para nada representativa. Madrid como islote y, pronto, búnker. Hay que ver cuán pronto e interesadamente se olvida que la capital y su autonomía fueron feudos socialistas y lucieron un "cinturón rojo" que termina de desabrocharse en este 2007.

El empeño por borrar a Madrid del mapa viene a ser una nueva coincidencia de la cúpula zapaterina con los nacionalistas, en cuyo imaginario la capital figura como una Sodoma y Gomorra, lugar de perdición y fuente de agravios históricos. Pero era también una filigrana oportunista, un truco del almendruco para oscurecer el dato de que en el cómputo global de votos, esta vez, el PP va por delante. Una ventaja de la que no disfrutaba desde el 2000, pero escasa. Y con el lastre de que pierde poder y lo pierde en zonas decisivas para los planes pactistas del Gobierno con la ETA y otros nacionalismos. Visto lo cual, hay dos conclusiones que no han de extraerse de estas urnas. Zapatero no puede decir que los españoles refrendaron su proceso de dejar en paz a los terroristas y quebrar las patas de la Constitución y la nación. Y el PP, y cuantos se oponen a la liquidación, tampoco pueden decir lo contrario. Estas municipales y autonómicas, matizadas cuanto se quiera por variables ajenas a la política nacional, no han representado un "detente, ZP, que te la vas a dar". Tal vez un aviso con sordina.

La resistencia a los proyectos zapaterinos se ha mostrado insuficiente y aquí y allá, inexistente. El PSOE ha conferido total legitimidad a los nacionalistas –incluso a su facción terrorista– y el grueso de sus electores no se da por enterado. O sí, y lo aprueba. Sea como sea, se disponen a acatar los pactos de gobierno que se pergeñarán con ellos. A un alto precio, sin duda. Y con posibles efectos deletéreos sobre los PPs regionales. En Galicia ya se adivinan las presiones para arrimarse más al ascua nacionalista por parte de quienes ambicionan tocar poder y fondos. Desde luego, de poco le ha servido al PPdG insertar publicidad electoral en la revista más señalada y radical del nacionalismo galaico.

En el fondo del complejo mar de votos se detectan fuerzas contrapuestas y se intuyen no-fuerzas: el follow the leader, el alineamiento con el que manda, la suave inclinación del lomo; y flotando sobre las aguas, la confusión, la indiferencia, la decepción, la desinformación. La hegemonía cultural, ideológica y mediática del progrerío y el nacionalismo sigue pasando su factura, tanto más elevada cuanto más abundan la propaganda, el engaño, el encubrimiento. La buena gestión no se premia necesariamente en las urnas. Como comprobaron ayer algunos alcaldes y presidentes, no basta. El discurso político, la batalla de las ideas y de la información pesan y mucho. Y volvemos así al Madrid pecaminoso. Pues es ahí donde mayor vitalidad presentan esos elementos. Los que configuran una sociedad civil, ausente en tantos lugares donde no sabe, no contesta y no quiere meterse "en políticas". Razón de más para que desde Ferraz quieran sacar a Madrid del mapa y que no sirva de ejemplo.

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