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John Stossel

El mito de las bajadas de impuestos

Pero yo no quiero que los ingresos del Estado se disparen. Eso es dinero que usted y yo podríamos estar dedicando a cosas que nosotros queremos. Quiero que los ingresos y el gasto y el Gobierno en su conjunto disminuyan.

El Gobierno federal sigue creciendo, pero la Administración Bush ha bajado los impuestos unas cuantas veces desde el 2001. ¿Cómo es eso posible? La respuesta es simple: déficit presupuestario.

Algunos republicanos argumentan que los déficit no importan; si se bajan los impuestos, todo lo demás funciona mejor. Pero eso es un mito. Sí, los recortes fiscales estimularon la economía e incrementaron los ingresos fiscales. Sucede porque, como ilustra la curva de Laffer, impuestos menores implican mayores recompensas para las actividades productivas. La gente lleva a cabo inversiones y realiza trabajos que impuestos más elevados habrían desalentado. También es menos probable que inviertan tiempo y energía en utilizar contables y asesores fiscales para encontrar maneras creativas de eludir impuestos.

Sin embargo, existe un aspecto negativo cuando se bajan los impuestos sin reducir el gasto. El déficit presupuestario disfraza la verdadera carga que nos supone el Estado. Como resultado, tendremos más Gobierno del que hubiéramos querido si nos diéramos cuenta de lo que cuesta, y eso no es bueno. El Estado maquilla el déficit o bien tomando prestado, lo cual quita recursos productivos de manos privadas y tiene que ser sufragado a través de impuestos futuros, o generando dinero de la nada (inflación), lo que nos quita poder adquisitivo a todos al reducir el valor de nuestro dinero.

En otras palabras, las bajadas de impuestos sin reducciones en el gasto público son un espejismo. No nos ha quitado de los hombros ni un gramo de la carga que supone el Estado. Como señalaba constantemente el difunto Milton Friedman, ese peso se mide mejor mediante el nivel de gasto público, no mediante la presión fiscal. La Administración Bush debería avergonzarse por intentar engañar a la opinión pública.

El presidente se jacta de que el déficit se está reduciendo rápidamente. Se espera que sea "sólo" de 244.000 millones de dólares cuando termine el presente año fiscal. Y la Oficina de Gestión y Presupuesto prevé un superávit para 2012. Pero eso se debe en gran medida a que las contribuciones a la seguridad social superan los gastos actuales en pagar las pensiones y Medicare, el programa sanitario para jubilados. Esto cambiará en 2017 y 2019, respectivamente, cuando los niños de la generación del baby boom se jubilen. Después de eso, los presupuestos de ambas partidas empezarán a estar en números rojos. Unos números rojos muy altos. Evitar los déficit devastadores que tendrán lugar en ese momento precisará de un Houdini.

Hay que reconocerle al presidente Bush cierto mérito por atajar el déficit. A causa de sus bajadas de impuestos, el dinero que cada uno de nosotros ha ganado con su esfuerzo está entrando a espuertas en las arcas del Gobierno. El gasto público se mantiene aún gana a ese flujo incesante, pero cada vez por menos diferencia, de ahí la reducción del déficit. Pero esto no es necesariamente bueno. El año pasado, Bush presumía: "La economía está creciendo, los ingresos fiscales están aumentando y estamos atajando el déficit presupuesto más rápidamente de lo que esperábamos. Algunos aseguraron en Washington que teníamos que elegir entre bajar impuestos o reducir el déficit. Las cifras de hoy demuestran que era un falso dilema. El crecimiento económico alimentado por el alivio fiscal ha ayudado a disparar nuestros ingresos."

Pero yo no quiero que los ingresos del Estado se disparen. Eso es dinero que usted y yo podríamos estar dedicando a cosas que nosotros queremos. Quiero que los ingresos y el gasto y el Gobierno en su conjunto disminuyan. De modo que no me alegro con el presidente. El déficit se está reduciendo porque el gobierno le coge cada vez más al sector productivo, es decir, al sector privado.

Si los ingresos están entrando a mansalva, ¿por qué los políticos no devuelven ese dinero a los contribuyentes en lugar de gastarlo? Porque a los políticos les encanta gastar. No salen reelegidos por lo mucho que ahorran, sino por lo mucho que derrochan en donde les dicen los grupos de presión. Esto ya fue previsto por el escritor anti-federalista Melancton Smith en 1787: "Todos los gobiernos encuentran destino para todo el dinero que sean capaces de recaudar". Las cosas no han cambiado mucho en 220 años.

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