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José García Domínguez

Cabrera y los 40 pedagogos

El culo al aire que obsesiona a la ministra no es ése que aparece en la portada de Nazario, sino el que exhibe el Gobierno en todas las estadísticas de logros educativos de la OCDE.

De la ministra cabrera –huelgan mayúsculas– y sus cuarenta pedagogos bien se podría decir aquello que le espetó Churchill a cierto tribuno laborista: "Su esposa, señoría, con la excusa de ejercer la prostitución en el puerto franco, introduce en Londres mercancías de contrabando". Así, mientras tienen entretenido al personal con un cómic de y para adultos, progresan adecuadamente en el afán por destruir lo poco que quedaba del bachillerato. Pues de eso va el guión de su propia historieta. Que nadie se llame a engaño, lo de Alí Babá y compañía no es más que pura provocación gratuita, gansada para la galería y fuego de artificio. Todo en uno.

De sobra sabe la doña de Arenillas que ningún maestro de Primaria en su sano juicio va a distribuir esas viñetas entre los alumnos. Como tampoco lo hubiera hecho, por cierto, el propio autor de la obra, durante tantos años profesor de EGB en Barcelona. Y es que, aun siendo fama que en pleno franquismo el docente Nazario gustaba de impartir clase con las uñas pintadas, también lo es que siempre se condujo como un adulto responsable. O sea, como un adulto. Alguien a años luz de la eterna adolescencia -con su corolario de fantasías reprimidas- de ese rebaño de enseñadores –o exhibicionistas, que tanto monta- pastoreado por la cabrera.

Porque quien en verdad inspira el proyecto educativo de la ministra no es el pornógrafo Bukowski, sino el gran lógico soviético Zinovief. El mismo que descubriera que las instituciones socialistas jamás planean soluciones a cuestión alguna, sino que ellas mismas son el resultado de la búsqueda de soluciones. De ahí que siempre definan los problemas de modo que se ajusten a las metas deseadas, y no al revés. Por eso, cuando en los países del socialismo real querían acabar con el estraperlo de cepillos de dientes, se ordenaba dejar de fabricar cepillos de dientes. O si se proponían minimizar la tasa de crímenes impunes, simplemente, triplicaban el número de los condenados en los tribunales populares revolucionarios.

Real o virtual, el socialismo de Zapatero y sus cabras locas funciona según la misma lógica. Exactamente la misma. Porque el culo al aire que obsesiona a la ministra no es ése que aparece en la portada de Nazario, sino el que exhibe el Gobierno en todas las estadísticas de logros educativos de la OCDE. Sobre todo, en la de bachilleres inconclusos, una superliga del fracaso institucional donde ya sólo competimos por el farolillo rojo con Turquía y Brasil. Y he ahí la gran idea de la cabrera para terminar de una vez con los suspensos masivos en el bachillerato: suprimir, también de una vez, el bachillerato.

De contrabando tiene previsto colar que se pueda pasar de curso con la mitad de las asignaturas suspendidas. Lo otro, lo de Nazario, sólo es la excusa.

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