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EDITORIAL

La parroquia laica y atea

Algo mal estarán haciendo en esa parroquia, desde el punto de vista meramente cristiano, cuando no dejan de rendirles pública pleitesía los fariseos de la política.

Posiblemente sin quererlo, Pedro Zerolo ha ofrecido la mejor justificación que podría tener el Arzobispado de Madrid para cerrar las actividades litúrgicas de la parroquia de San Carlos Borromeo al asegurar que, siendo laico y ateo, su cura es Enrique de Castro y su parroquia la de Entrevías. Una iglesia para cuya comunidad no es necesaria la fe en Cristo sino la fe en la ortodoxia izquierdista puede ser un excelente centro de divulgación de la doctrina marxista, pero no del Evangelio.

Este domingo ha tenido lugar la primera celebración que, tras la oficialización del cierre, no cabe considerar ya como litúrgica. El problema tanto de los curas de Entrevías como de Leonardo Boff, que acudió a animar la velada con sus palabras, es que aseguran pertenecer a un club cuyas reglas violan una y otra vez. Así pues, el teólogo de la liberación asegura que para reunirse no hace falta "la Iglesia, el Papa o las autoridades" sino sólo el Evangelio. Doctrina muy respetable, pero que es uno de los puntos básicos de las creencias protestantes, no católicas. Del mismo modo, la insistencia en realizar una celebración pese al cierre decretado por el Arzobispado demuestra que los sacerdotes de San Carlos Borromeo no están dispuestos a obedecer lo que decidan sus superiores, que son los encargados de tomar las decisiones en lo que se refiere a la organización del culto y del apostolado.

La razón por la que, pese a reconocer con sus palabras y actos que no desean permanecer en la Iglesia Católica, siguen aún insistiendo en formar parte de ella es porque pesa más en ellos la insistencia de la fe marxista en la necesidad de infiltrar las "organizaciones burguesas". Que es la única razón por la que los titiriteros primero, y Zerolo y Bono después, han acudido a San Carlos Borromeo. Algo mal estarán haciendo en esa parroquia, desde el punto de vista meramente cristiano, cuando no dejan de rendirles pública pleitesía los fariseos de la política.

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