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EDITORIAL

Bush en Praga, compromiso con la libertad

Los que padecen los desafueros del castrismo, del comunismo norcoreano o de las inaceptables teocracias islámicas se merecen nuestro respeto y nuestro apoyo firme, sin titubeos.

La conferencia internacional de Praga, que organizan la española FAES, el Instituto de Seguridad de Praga y el Centro Shalem de Jerusalén, está reuniendo esta semana a estadistas de la talla de Vaclav Havel, José María Aznar o George Bush en diferentes ponencias que están dando mucho de sí. Ha sido este último el que ha puesto el dedo en la llaga al remarcar la importancia de los disidentes en las dictaduras. Sin ellos, sin los héroes que arriesgan su libertad y su vida por la democracia, sería prácticamente imposible salir de las tiranías que, hoy menos que ayer, asolan ciertas partes del mundo.

Extender la democracia liberal por el mundo es uno de los pilares de la política exterior inspirada desde la Casa Blanca. El 11-S puso de manifiesto que el principal problema del tercer mundo no es la pobreza, sino la falta de libertad que, inevitablemente, repercute en las condiciones materiales de los países. Es un discurso políticamente incorrecto, especialmente en lo que toca al apoyo a los disidentes, porque este compromiso decidido con los que se oponen abiertamente a las dictaduras lo toman muchos como injerencia en asuntos internos. Este manido argumento, que hizo las delicias de los estrategas soviéticos de antaño, no debe ser obstáculo para que los que creen en las bondades de la libertad la defiendan en todo el planeta, con especial hincapié en los lugares donde ésta se encuentra amenazada o liquidada. En el pasado funcionó. Sólo cuando recibieron ayuda externa fue realmente eficaz la oposición de quienes plantaron cara desde dentro a la tiranía soviética.

Los que padecen los desafueros del castrismo, del comunismo norcoreano o de las inaceptables teocracias islámicas se merecen nuestro respeto y nuestro apoyo firme, sin titubeos. Las elecciones libres o la libertad de expresión y asociación no son una concesión graciosa de los gobernantes, son un derecho que ha de demandarse desde dentro y desde fuera. Los que al hacerlo se exponen a la cárcel o al patíbulo no pueden, no deben ser abandonados.

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