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Larry Elder

Sobre esos disparatados precios de la gasolina

A los medios no les parece necesario informar de que, estando los beneficios de las petroleras entre 8 y 10 centavos por cada dólar invertido, existen otras empresas que ganan más, incluyendo, por ejemplo, Google o el sector financiero.

¿Qué podemos hacer con unos precios de la gasolina que han subido tan vertiginosamente, que están fuera de control, que alcanzan cifras disparatadas, que... bueno, eso? Pues podríamos empezar primero por intentar adquirir algo de respectiva. En 1981, los americanos gastaban el 5% de su presupuesto doméstico en gas y gasolina. El año pasado, a pesar de los "disparatados" precios, los norteamericanos emplearon para el mismo fin un 3,8%.

Un presentador de un programa matinal nacional casi chocó esos cinco con el gobernador de Florida por instar a una investigación contra las petroleras por "especulación". Mientras tanto, en una de las cadenas de noticias por cable, el presentador golpeaba su escritorio, su pecho y todo lo que pudo encontrar para expresar su preocupación, ultraje y evidente indignación. El presidente de la Asamblea Estatal de California aseguró que, aunque carecía de pruebas de que las petroleras estuvieran implicadas en fraude, aún pensaba que lo estaban. ¿Por qué? Su intuición se lo decía. En realidad, a lo largo de los últimos veinte años se han llevado a cabo treinta investigaciones federales en busca de pruebas de manipulación de los precios o concierto entre las empresas del sector lograron demostrar... más bien nada.

Pero los teóricos de la conspiración siguen presionando. El senador demócrata Chuck Schumer, de Nueva York, solicitó a la Oficina Gubernamental de Transparencia que llevase a cabo una investigación. Ya pidió hace un año a la Comisión Federal de Comercio que estudiara el asunto. Para entonces, la Comisión ya había llevado a cabo dos investigaciones, sin descubrir ninguna prueba de malas prácticas empresariales. Pero, ¿quién sabe? Tal vez los ejecutivos de las petroleras hicieron un Sandy Berger y se metieron en sus pantalones las pruebas que los incriminaban. De modo que hay que buscar con mayor atención. ¡Es hora de obligarles a quitarse la ropa!

Los principales medios de comunicación informan de beneficios "récord", "inaceptables", "injustificables", "escandalosos". No importa que tras los máximos históricos del precio del petróleo en 1981, los reducidos precios del crudo y el gas durante los años 80 y 90 hiciesen quebrar a algunas petroleras. Pero eso fue entonces. Hoy, Exxon Mobil, Chevron o ConocoPhillips ganan decenas de miles de millones cada año en beneficios que "desafían el sentido común". No les parece necesario a esos mismos medios informar de que, estando los beneficios de las petroleras entre 8 y 10 centavos por cada dólar invertido, existen otras empresas y sectores que ganan más, incluyendo, por ejemplo, el gigante de Internet Google o el sector financiero. En California, el estado "gana" alrededor de 40 centavos por cada galón, siendo la parte que se lleva el Gobierno federal de casi 19 centavos.

¿Y qué sucede con los precios, si los medimos como porcentaje de nuestros ingresos? En otras palabras, ¿la parte que se lleva la gasolina de la nómina rivaliza con porcentajes de antaño? Ni de lejos. El galón estaba a 27 centavos en 1949, pero para compararlo con los sueldos de hoy, el equivalente actual sería 6,68 dólares. La gasolina para los automóviles clásicos de 1962 costaba 31 centavos el galón. Para sentir el mismo impacto económico hoy, usted tendría que apoquinar 4,48 dólares el galón.

Los teóricos de la conspiración señalan el "fracaso" de las petroleras a la hora de construir nuevas refinerías. Pero las restricciones medioambientales convierten esas construcciones en una propuesta cara y arriesgada y ninguna comunidad las quiere cerca.

Una columna publicada recientemente en un periódico progresista contó una mala noticia. Aseguraba que la causa de los elevados precios estaba en la misteriosa noción de oferta y demanda. Observaba que a pesar de apretarse el cinturón, los norteamericanos pretendían seguir conduciendo. E incluso con la disposición de más coches de combustión eficiente, a los americanos aún les encantan esos enormes monovolumen que consumen gasolina a base de bien, con sus novedades tecnológicas y su amplio espacio interior y todo eso. ¡Por favor, que alguien detenga esta locura!

¿Qué hay de los precios abonados por los consumidores de otros países? Mientras que el conductor estadounidense medio pagaba 2,68 dólares el galón a mediados de abril, nuestros hermanos del norte en Canadá pagan 3,56 dólares. Mientras tanto, un galón en Japón cuesta 4,16 dólares, 5,14 en España y 6,50 en Francia; un viaje por el autobahn cuesta a los alemanes 6,72 dólares el galón y nuestros amigos del Reino Unido esconden sus emociones mientras abonan 8,37 dólares.

Algunos legisladores hablan de dividir las petroleras en empresas más pequeñas o imponer sangrantes impuestos sobre sus beneficios. Eso ya lo hemos visto y lo hemos hecho. Los impuestos simplemente se llevan el dinero que de otra manera se gastaría en investigación, prospección y producción. ¿Y a qué persona razonable se le ocurriría poner al Gobierno a cargo de determinar el tamaño apropiado y la eficacia operativa de las petroleras?

Resumamos. Los políticos y los principales medios de comunicación ignoran la ley de la oferta y la demanda; pasan por alto el impacto de los impuestos federales, estatales y locales en el precio de la gasolina; hacen caso omiso de los efectos de los hábitos de conducción de los consumidores; rehúsan señalar la ineficacia de "los sangrantes impuestos sobre los beneficios" y culpan a las petroleras de rehusar edificar nuevas refinerías mientras ignoran cómo las restricciones medioambientales convierten esa construcción en algo tan antieconómico.

Pero, eso sí, al menos se preocupan.

En Libre Mercado

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