Menú
Juan Carlos Girauta

Las íntimas renuncias

Uno también se escandaliza. Me valdré de sus expresiones. En su momento pudo acabar Derecho y obtener un prestigioso destino en una carrera marcada por el principio de legalidad, pero no tiene la altura ni la grandeza de una profesión tan importante.

Mira que era sencillo: "Aquí estamos para valorar la prueba, discutir las tesis jurídicas y concluir sobre ellas". El error de dar la rectitud por sentada lo ha resuelto el juez Gómez Bermúdez con claridad y concisión profesorales, devolviendo a la fiscal Sánchez al camino jurídico que, con toga y todo, y en plena lectura de sus conclusiones, empezaba a abandonar.

La abortada digresión ha dejado sin embargo su vertido en forma de reproche: "La dignidad de los afectados y la memoria de las víctimas no han sido merecedoras del tratamiento que se ha realizado en algunos medios de comunicación de los atentados, por personas que a lo mejor en su momento pudieron aprobar la carrera de periodismo, pero que no tienen la altura y la grandeza de una profesión tan importante."

Entiendo muy bien lo que siente la fiscal. Uno también se escandaliza. Me valdré de sus expresiones. En su momento pudo acabar Derecho y obtener un prestigioso destino en una carrera marcada por el principio de legalidad, pero no tiene la altura ni la grandeza de una profesión tan importante.

Atendiendo con cristiana conmiseración a las debilidades humanas, todo puede entenderse. Incluso lo injustificable: alguien comprende que la continuidad de su trayectoria depende, primero, de oponerse a ciertas pruebas y, después, de sostener una versión que las pruebas practicadas a su pesar no avalan.

Aunque hay formas y formas de capear con la íntima renuncia. Se puede llevar con circunspección, atemperando el discurso, hurtando prudentemente a la posteridad el ominoso rastro del deber no cumplido. O se puede renunciar del todo, disparatando, recurriendo desesperadamente a la numerología y otras paraciencias (¡luego hablaréis de paranoias conspirativas, queridos!), introduciendo las inadecuadas razones testiculares de una taberna: "¡Lo que estalló en los trenes fue Goma 2 ECO! ¡Vale ya!" Pues mira, no.

Como todo puede empeorarse, a la renuncia y a los malos modos cabe añadir la entrega apasionada del hooligan. Lo llaman, creo, "pasarse de frenada". Creyó que las imposiciones expresas o tácitas de sus zaragozas y de sus pumpidos incluían otra toma de partido: la que toca a los medios. No ha exhibido un emblema de Prisa de milagro.

En España

    0
    comentarios