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EDITORIAL

ETA buena, ETA mala

Una cosa es que el líder de la oposición haya manifestado que "no es hora de reproches" y otra que Zapatero se crea que puede utilizar a Rajoy como nuevo anestésico en su ininterrumpido viaje con los separatistas

Una cosa es que el líder de la oposición haya manifestado que "no es hora de reproches ni de hablar de la credibilidad del presidente del Gobierno" y otra, muy distinta, que Zapatero se crea que pueda utilizar al mismísimo Rajoy como nuevo anestésico para proseguir con esa alianza con los separatistas por la que negociaron y utilizaron la paz como coartada.

El hecho, sin embargo, es que tras la reunión de Zapatero y Rajoy fue cuestión de horas que el ministro de Justicia saliera a la palestra –él sí– para tildar de "toreros de salón" a quienes, como Rajoy, creen que todavía es posible impedir a los batasunos de ANV que tomen posesión de sus cargos.

Posteriormente, ha sido el ministro del Interior el que, no contento con respaldar a su "leal" fiscal general del Estado, ha mentido descaradamente al asegurar que Conde Pumpido no se refirió a la todavía burlada Ley de Partidos como un "Guantánamo electoral". Todo, para concluir que los únicos partidarios de Guantánamo son los miembros del PP.

Finalmente, la agencia Efe ha recogido unas declaraciones del propio Zapatero en las que el presidente ha hecho un nuevo guiño al diálogo con la banda, al afirmar que si la tregua se ha roto es por culpa de la parte "más descerebrada" de la organización terrorista.

Aquí los únicos descerebrados son los gobiernos que, al margen del Estado de Derecho, negocian tiempos de paz con unos criminales adquiriendo compromisos que no van a cumplir en su totalidad y que sería infame que terminaran cumpliendo. Así lo hizo tanto el Gobierno secesionista vasco en 1998 como el Gobierno colaboracionista de Zapatero, desde antes incluso del 14-M.

Puestos a distinguir entre criminales, habrá que decir que hay tantas ETAs como etarras y que si querremos asfixiarla de lo que tenemos que convencer a cada uno de los terroristas es de la certeza de las penas y de la esterilidad política de sus acciones. Puestos a buscar conversos, busquémoslos en la cárcel a través de la aplicación de la pena, y no con prófugos de la justicia a través de una cesión que envilece el mismo concepto del "dialogo" tanto como el de la "paz".

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