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Larry Elder

Discriminación por responsabilidades familiares

¿Por qué no cortar por lo sano y simplemente aprobar una ley que diga que el trabajador no necesita presentarse a trabajar, pero que sigue siendo apto para aumentos de sueldo y ascensos?

Primero, los federales aprobaron una ley que legisla las bajas familiares y médicas. Después, muchos estados recogieron el guante aprobando leyes que exigían que los patronos pagaran a sus empleados por tomarse esas bajas.

Ahora llega California con algo mejor. Una propuesta aprobada con los demócratas a favor y los republicanos en contra por el Senado del Estado de California pretende evitar que los empresarios desestimen subidas de sueldo y ascensos a empleados con personas a su cargo cuyas responsabilidades hacia ellos les resten tiempo de trabajo. Correcto. Si las responsabilidades familiares hacen que usted se ausente del trabajo o que trabaje según un horario alterado, su jefe no puede "castigarle" negándole un incremento de sueldo o un ascenso.

Un profesor de Derecho que dirige el Center for WorkLife Law, un centro de investigación y grupo de presión de la facultad de Derecho de la UC Hastings en San Francisco, comentó: "Es un asunto de creciente importancia. Hay toda una generación de mujeres que da por sentado que deben tener derecho a tener las carreras que quieran y que no deben ser penalizadas por vivir según unos ideales de maternidad sostenidos por casi todo el mundo."

Si es que por mucho los conservadores aseguren que aprecian los "valores familiares", los viles patronos los contradicen esperando que los trabajadores lleguen puntuales y se pongan a trabajar. Y si alguien le dedica menos tiempo al trabajo o necesita horarios un tanto extravagantes, recurren a otro empleado que carezca de responsabilidades familiares. ¡No es justo!

Los partidarios de la ley, por supuesto, afirman que muchas de las personas discriminadas por sus responsabilidades familiares son –venga, ¡todos a una!– negros. De modo que esperar que los trabajadores lleguen a su hora y hagan su trabajo y ascender a los empleados más productivos es racista. Y sexista, claro está.

Hace unos cuantos años, el departamento de bomberos de Bakersfield, en California, negó un ascenso a un bombero porque su jefe decía que faltaba demasiados días por enfermedad y que cambiaba turnos para combinar sus responsabilidades profesionales con las que tenía para con sus tres hijos como cabeza de familia. Su jefe, según la versión del bombero, le dijo que le animaba a "seguir buscando métodos alternativos para cuidar a sus hijos " que le permitieran "trabajar tanto como sea posible con su grupo". No fue suficiente con que su jefe reconociera las responsabilidades familiares del bombero, le mantuviera en nómina y siguiera pagándole, mientras le sugería hacer lo posible por trabajar todo lo posible con su equipo. No, parece ser que a Kunta Kinte no lo trataban tan mal.

El bombero presentó una demanda, y el jurado le concedió 75.000 dólares, aunque el Tribunal de Apelaciones desestimó el veredicto. Pero todo esto tuvo lugar antes de la ley propuesta por el senado californiano. Ahora que con ella se añade el "estatus familiar" a la siempre creciente lista de la compra contra la que el Estado de California evita que discriminen los patronos, que actualmente incluye discapacidades, origen nacional, estado civil y orientación sexual, un bombero como él podría querellarse y ganar. (San Francisco y Santa Cruz también prohíben a los patronos discriminar según altura y peso, y Washington, D.C. prohíbe la discriminación por apariencia.) ¿Por qué no cortar por lo sano y simplemente aprobar una ley que diga que el trabajador no necesita presentarse a trabajar, pero que sigue siendo apto para aumentos de sueldo y ascensos?

Un patrón privado –y esta ley se aplica tanto al sector público como al privado– tiene que hacer beneficios. Las compañías ganan dinero proporcionando bienes y servicios que complacen al consumidor. Un empresario contrata a un empleado que añade valor a la empresa. Un trabajador que exige a una compañía que se acomode a su vida echa a perder todo esto. ¿Cómo se atreven los malditos empresarios a esperar que sus empleados se presenten a tiempo, trabajen, produzcan para así poder obtener beneficios?

El ex senador progresista George McGovern abandonó el Senado después de dieciocho años. Cierto tiempo después compró un hostal en Stratford, Connecticut; fue su primera incursión en el mundo empresarial. Pronto descubrió, no obstante, que las leyes federales y estatales imponían condiciones y cargas a los empresarios tan pesadas que hacían difícil gestionar un negocio con beneficios. El hotel hizo aguas, y el atormentado y desesperado McGovern escribió:

Desearía haber conocido más de primera mano las preocupaciones y los problemas del empresariado americano mientras fui senador de los Estados Unidos y, más tarde, candidato presidencial. Me hubiera convertido en un legislador mejor y un aspirante más valioso a la Casa Blanca. Lo más importante que he aprendido es que a lo largo de los últimos veinte años América se ha convertido en la sociedad más litigante del planeta. La segunda lección que aprendí al ser propietario de Stratford Inn es que los legisladores y los reguladores gubernamentales tienen que considerar más cuidadosamente las cargas económicas y de gestión que hemos estado imponiendo a las empresas norteamericanas. Muchas empresas, especialmente las que son pequeñas e independientes como el Stratford Inn, simplemente no pueden traspasar esos costes a sus clientes y seguir siendo competitivas y tener beneficios.

Bueno, le podría haber ido peor. Podría haber intentado montar su negocio en California.

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