Wanda Poltawska, una médico psiquiatra polaca de 89 años, fue amiga de Juan Pablo II durante años y ha publicado sus vivencias y algunas de las cartas que intercambió con el Papa en el libro Diario de una amistad.
Wanda y Karol Wojtyla se conocieron en 1950. La doctora, entonces estudiante de Medicina, buscaba un sacerdote que le escuchara y le ayudara a superar la terrible experiencia que había supuesto para ella pasar cuatro años en el campo de concentración de Ravensbrück, durante la Segunda Guerra Mundial. Apresada cuando luchaba contra los nazis, fue utilizada para experimentos médicos. Sobrevivió, pero el trauma sufrido le llevó a buscar un confesor, un director espiritual. Entonces su camino se cruzó con el del sacerdote Karol Wojtyla, que entonces tenía treinta años.
La joven polaca se convirtió en su asistente y después nació entre ellos una profunda amistad que se prolongó durante años. Intercambiaron numerosas cartas, también tras convertirse en Papa Wojtyla, y Wanda le visitó en varias ocasiones junto a su marido y sus cuatro hijos. Cuentan que estuvo, incluso, junto a su cama cuando Juan Pablo II falleció.
Tras provocar controversia en Italia, donde algunos consideraron que Wanda había exagerado su amistad y otros temieron que retrasara la beatificación, el libro se ha publicado en más países, entre ellos España. Su contenido más destacado son las cartas que se enviaron, en las que ambos utilizaban el apelativo de "hermano". Wanda afirma que Juan Pablo II dio su permiso para la publicación del material, una especie de guía espiritual que consta de apuntes y notas, además de las cartas, escritos durante los años que duró su relación.
En una de las misivas publicadas en la obra, Juan Pablo II habla de la posibilidad de pasar unos días de sus vacaciones con su "hermanita" –emplea con ella el término polaco 'dusia'– y con la familia de ésta en la década de los sesenta. En otra, se dirige a Wanda después de que a ésta le detectaran un cáncer. En la misiva, el Papa expresa su preocupación, le promete rezar por ella y le anima a seguir adelante:
"Le pido que luche por su salud y por su vida. Tienes detrás de ti las terribles experiencias de Ravensbrück, varios partos difíciles y un trabajo agotador, pero acabas de cumplir cuarenta años, tienes cuatro niños pequeños y a Andrzej".
También le aconseja la intervención quirúrgica que sopesa Wanda y le pide que "no se abandone solamente a Dios, sino también a la salud".
Más adelante, Wojtyla le remitió otra carta en la que cuenta que pidió en sus rezos por la salud de Wanda. También hay recogidas varias oraciones, enviadas por el entonces obispo de Cracovia a su amiga. Una de ellas habla del sufrimiento en la enfermedad, en la época en que Wanda aún no había superado el cáncer.
En otra misiva, Wojtyla habla de la familia con su amiga y de la importancia que tiene para él este valor. Ensalza el matrimonio como base de la unidad de la familia y llama a la oración y la propagación del cristianismo desde su seno.
Cuatro días después de convertirse en Papa, Juan Pablo II escribió a Wanda hablándole del sentido de su amistad y de su "arraigo" en Dios. Sobre su encuentro y el comienzo de su amistad, el Papa afirma que sintió que Dios "se lo encomendó", en alusión a su auxilio tras la experiencia de Wanda en el campo de concentración, y apunta que cuando habló por primera vez con ella pensó: "Ella sufrió en mi lugar".
En el intercambio de cartas, el Papa sugería temas de reflexión y guiaba en ellas a Wanda. Así lo cuenta en una carta enviada en la Navidad de 1978, en la que también se refiere a la confianza entre ambos: "Me alegro de que me escriba de nuevo (...) sé que puedo escribir como un hermano".