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José Tomás, su verdad y su fortaleza mental

Valencia, patria chica de la mascletá, estalló ayer a las siete de la tarde cuando se rompía el paseíllo en la plaza de toros de la ciudad del Turia.

Allí en el ruedo valenciano estaban tres toreros, Victor Puerto, Arturo Saldívar y, sobre todo, José Tomás vistiendo de malva y oro. Un José Tomás que había reventado la ciudad de Valencia, sus hoteles, restaurantes y taxis. Ayer en Valencia no se notó la crisis. El gasto por consumo se disparó.

José Tomás se había hospedado en el hotel Valencia Palace. En la plaza, 10.700 privilegiados espectadores; la reventa llegó a multiplicar 10 veces el valor de la entrada; más de 400 periodistas acreditados. Todo, para cantar la victoria de un hombre sobre su destino. Ayer y hoy se ha hablado más de toros y de José Tomás en España que de Cristiano y Messi. ¡Anda que no tiene mérito el torero!

Victor Puerto estuvo valiente toda la tarde. Arturo Saldivar, valiente, pelín acelerado y en algunos momentos muy torero y con gusto. Cortó una oreja en cada toro, saliendo, por tanto, por la puerta grande. Arturo Saldivar, con menos de un año de alternativa, está creciendo mucho profesionalmente. El matador se está metiendo poco a poco en los carteles de relumbrón.

¿Y qué ocurrió con el mito? Pues que ha vuelto como se marchó hace quince meses en Aguas Calientes. Tuvo dos toros -Burreñito y Dulcero- inciertos, mansitos, sin clase, con genio y que protestaban mucho.

En su primero brilló en un quite por gaoneras que puso a trabajar a los cardiólogos. Con la muleta, faena de mano baja, honda y sometiendo mucho al toro. Escuchó una fuerte ovación.

Pero donde los cardiólogos se pusieron a trabajar en serio y las asistencias no pararon en los tendidos fue en el quinto. Recibió el toro en los medios con cinco verónicas llenas de emoción. Completó con cinco chicuelinas a compás abierto que pusieron la plaza a revienta calderas.

Después de brindar al público, se fue a los medios y en el primer estatuario, el toro en vez de ir a la muleta se fue a por el torero. Le pegó una voltereta que le lanzó a las alturas y le tiró a la arena de muy mala manera. Pero como el mito tiene una fortaleza mental fuera de lo común, se puso recuperar.

Faena sobre ambas manos llena de valor, hondura, temple y torería. Cerró con un circular invertido, cambios de mano, pases del desdén y cuatro manoletinas también con el compás abierto. Estocada desprendida y cuando todo el público pedía las orejas, el presidente, que quería su minuto de gloria, –y cuya sensibilidad se había quedado en el mar- sólo le dio una oreja dando dos vueltas al ruedo y pidiéndole el público que saliera a hombros.

Ayer José Tomás volvió a sentirse vivo porque para José Tomás torear es vivir. Y para el aficionado que revienta las plazas cuando torea este torero que no le hablen de crisis. ¿Qué es eso? Si me queda el colchón para poderlo empeñar.

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