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La siesta reaviva los antojos y no solo por costumbre: así actúan glucosa, dopamina y metabolismo

Una revisión científica vincula siestas largas con desregulación de glucosa y mayor probabilidad de enfermedad cardiovascular.

Los antojos se producen por varios factores | Pexels/CC0/Abhinav Goswami

Independientemente del tipo de comida que se haya hecho, más o menos copiosa, o con postre o sin él, si uno decide echarse a dormir después, lo más seguro es que se despierte con antojo de dulce. Esto sucede especialmente con las mujeres.

Los antojos de dulce se pueden producir por varios factores, a cualquier hora del día pero, como decimos, especialmente a mitad de la tarde o después de la siesta. Hay algunos estudios que relacionan el sueño con alteraciones del metabolismo de la glucosa. Se supone que puede tener que ver con que los niveles de glucosa bajan durante el sueño.

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Pero además, también depende de la composición de la comida que se haya ingerido antes de la siesta. Si se hace un almuerzo rico en hidratos de carbono simples y sin demasiada proteína, es muy posible que el cuerpo pida algo dulce al despertar. El motivo es que este plato da una subida de azúcar que genera una hipoglucemia por la que el cuerpo pide azúcar.

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La duración de la siesta es importante

Generalmente, las siestas de más de 30 minutos se asociaron con un alto riesgo de tener un nivel elevado de hemoglobina glicosilada (HbA1c) y un índice HOMA-IR alto, que indica que el metabolismo de la glucosa no funciona. Esto no parece ocurrir cuando las siestas son inferiores a 30 minutos. Y las siestas mayores o iguales a una hora se asocian con un mayor riesgo de diabetes.

Pero no solo es característico de las siestas porque las personas que no duermen siesta y duermen de 7 a 8 horas por la noche tienen el riesgo más bajo de diabetes, en comparación con las personas que duermen siestas iguales o superiores a 1 hora durante el día pero que duermen menos de 5 horas por la noche. Sin embargo, la relación siesta-diabetes no se puede explicar por el sueño nocturno corto, ya que este efecto se presenta también en personas que duermen siestas largas, habiendo dormido más de 7-8 h o incluso más de 9 horas por la noche.

Por tanto, una revisión sistemática mostró que las siestas diurnas largas de duración igual o superior a una hora se asociaron con mayores probabilidades de varios factores de riesgo de enfermedad cardiovascular y mortalidad por enfermedad cardiovascular, pero no se encontró esta asociación con las siestas diurnas cortas (inferiores a 30 minutos) en menores de 60 años.

¿Por qué no aparecen estos antojos tras el descanso nocturno?

El motivo es que durante el sueño nocturno se completa el ciclo circadiano y hay una mayor sincronización hormonal. Recordemos que, por la noche, el cuerpo pasa por fases de sueño profundo y REM que permiten un balance adecuado de insulina, glucagón, grelina, leptina y cortisol. Por tanto, al despertar por la mañana, el cuerpo está naturalmente preparado para iniciar el día, con niveles de cortisol más altos que aumentan la energía. Algo que no ocurre tras una siesta, donde el despertar interrumpe ese equilibrio hormonal y metabólico.

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