L D (EFE) Hasta ahora la principal queja de los damnificados es la falta de tiendas de campaña y mantas con las que guarecerse, y muchos de los afectados no se atreven a volver a sus casas ante las numerosas réplicas del movimiento sísmico.
Los alrededor de diez mil habitantes de Imzuren, la localidad marroquí más castigada por el terremoto, no durmieron en la madrugada del martes por el seísmo, pero tampoco conciliaron el sueño la pasada noche porque en los campamentos donde se les ha instalado no tienen mantas suficientes ni comida, pero sí mucho miedo. Su pueblo, que durante el día registra una incesante labor de desescombro, resulta fantasmagórico por la noche, con todas las viviendas que quedan en pie abandonadas por temor a que un nuevo seísmo las desmorone y ninguna luz en sus calles.
La región de Alhucemas ha registrado en las últimas horas diez temblores de magnitudes de entre 3,5 y 4,5 grados en la escala abierta de Richter, que se unen a las cerca de 160 réplicas del grave terremoto registrado el martes. Todos estos seísmos han provocado que miles de personas hayan abandonado sus casas y se refugien en "jaimas" construidas a la intemperie.
