El despertar de la rebelión cívica
Francisco José Alcaraz, Presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo



El próximo 12 de julio se cumple el décimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Un crimen especialmente cruel que marcó un antes y un después en la lucha antiterrorista. La implicación de la sociedad española para derrotar a ETA se sumó a la labor desarrollada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por los jueces y fiscales y por el Gobierno de España. La fortaleza mostrada esos días por todos los españoles fue tan poderosa que resultó fundamental para que, por primera vez, los terroristas empezaran a perder cualquier esperanza de alcanzar sus objetivos.

El Gobierno no cedió al chantaje de los asesinos. Pero lo más importante fue que los españoles no cedimos, algo que quedará para siempre en los anales de la historia de España. El sacrificio de Miguel Ángel Blanco y el dolor de su padre, de su madre y de su hermana no han sido en vano. El espíritu que desencadenó el asesinato de Miguel Ángel sigue vivo y nunca desaparecerá. Todos los que sufrimos aquellos días con la familia Blanco tenemos el deber de transmitir a las nuevas generaciones lo que supone el espíritu de Ermua.

Lo hemos podido ver en las manifestaciones multitudinarias que se han convocado. La Rebelión Cívica es la continuidad de aquella toma de conciencia ciudadana, en la que cada español se hizo libremente responsable de la necesidad de contribuir a la derrota de ETA y su entorno.

El día 10 de junio de 2006 me emocioné cuando, en la concentración convocada por la AVT en la madrileña Plaza de Colón, intervino Mari Mar Blanco. No pude evitar que me viniese a la mente su imagen de impotencia cuando hablaba los días previos al vil asesinato de su hermano. En aquel momento, nueve años después y delante de cientos de miles de personas, comprendí que España mantenía su dignidad y no se rendía. Miguel Ángel Blanco y cada una de las víctimas del terrorismo siempre estarán en nuestro corazón y no dejaremos de defender la Memoria, la Dignidad y la Justicia que se merecen.

Seguiré trabajando para dignificar la memoria de Miguel Ángel. Ente otras cosas porque es la misma que la de mi hermano Ángel y mi sobrinas Esther y Miriam, asesinados por ETA en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. La trágica cuenta atrás de Ermua me marcó mucho y provocó que reviviera mi propia historia. Miguel Ángel y mi hermano compartían la pasión por la música. El sufrimiento de Mari Mar y su familia me recordaba al que vivimos en mi casa. El paralelismo más claro lo encontré en las caras desencajadas de nuestros padres. Nuestras familias, que tanto han sufrido, merecen que no nos rindamos y que juntos vivamos con dignidad nuestra dolorosa condición de víctimas.

Estoy seguro de que Miguel Ángel, Ángel, Miriam, Esther y todos los demás asesinados por los terroristas, desde el cielo, están orgullosos de haber sido hijos de una gran nación, llamada España, que no se rinde ante sus asesinos.





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