Ermua sigue ahí
Mikel Buesa, preside el Foro de Ermua



(...) La fuerza cívica nacida de aquellas horas de enorme aflicción se mantiene viva en la sociedad española. Contra los que afirman que la inmensa mayoría desea la paz como sea y sin hacer preguntas, las recientes movilizaciones y los sondeos de opinión apuntan inequívocamente que los principios que forjaron el llamado espíritu de Ermua está presente en un 70-80% de los españoles (el porcentaje varía, de una encuesta a otra) que rechaza cualquier contrapartida política o penal a los terroristas. Dicho de otro modo: la inmensa mayoría, si no todos, quiere la paz, como afirma el Gobierno, pero también la inmensa mayoría exige que no se negocie con ETA-Batasuna sobre autodeterminación, Navarra o presos.

La tortura y muerte de Miguel Ángel Blanco desencadenó una rebelión cívica que, a base de perseverancia y claridad de principios, consiguió poner contra las cuerdas a ETA y a su apéndice Batasuna. Las multitudinarias manifestaciones de aquellos dos días, pidiendo su liberación, y la furia que su cobarde asesinato desencadenó entre la gente de bien sedimentaron en una potente corriente de opinión cuya principal contribución a la causa de la libertad en el País Vasco fue que la población ha perdido el miedo a mirar a la cara al terror y hacerle frente. Había nacido el espíritu de Ermua.

El liderazgo cívico nacido en Ermua con Miguel Ángel Blanco, junto con la unidad de los demócratas y una resuelta aplicación de la Ley, han sido las mejores bazas de la lucha contra el fascismo etarra. Desde hace dos años, el Gobierno ha ido claramente en contra de ese espíritu, el espíritu de Ermua. Decidió hacerlo justo cuando más cerca se estuvo de derrotar a ETA. El balance no puede ser más descorazonador: el Pacto Antiterrorista es papel mojado, el Gobierno ha reemplazado al PP por ETA-Batasuna para conseguir el final del terrorismo, se ha burlado de manera ostensible la Ley de Partidos y se está a las puertas de una negociación política con la agenda, las condiciones y los plazos marcados por los asesinos. Después de estos dos años, sólo queda un partido político que no ha renunciado a derrotar a ETA, a pesar de que el espíritu de Ermua que alentó a alcanzar ese objetivo sigue vivo en la sociedad española.

El aniversario de la tortura y asesinato de Miguel Ángel Blanco debe servir para que todos recordemos que, durante aquellos dos días de infamia, el Gobierno de un país libre no cedió al chantaje que le planteaban los terroristas. Miguel Ángel Blanco es una de las lecciones más dolorosas y dignas que hemos aprendido en estos treinta años: al terrorismo sólo se le derrota desde la intransigencia. Cualquier cesión, por mínima que sea, provoca la derrota de toda la sociedad.





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