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Isabel Durán

Tacones machistas

Saludé y saludo la llegada de una mujer a la vicepresidencia del Gobierno. Celebré y celebro que por primera vez en la historia democrática de España una mujer se hiciera cargo de las riendas del Gobierno de la nación durante la ausencia del presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, en viaje oficial a Marruecos, aunque sólo fuera por unas horas. Esas horas marcaron el inicio de una conquista nada nimia cuyo máximo valor reside en que a partir de ahora sea normal que una mujer ocupe la presidencia del Ejecutivo, aunque sea en funciones. Del currículo de María Teresa Fernández de la Vega me preocupa que llegara a la justicia por el cuarto turno y que sea la única juez de España que aparezca en el escalafón judicial desde hace cerca de tres lustros sin haber impuesto una sola sentencia en su vida por dar el salto apresurado a la política. De todas maneras prefiero hacer tabla rasa de su pasado profesional y juzgarla en adelante exclusivamente por su actuación política. Reitero por lo tanto mi congratulación porque finalmente su cargo en La Moncloa es una conquista de todas las mujeres.
 
Ahora bien, la medida propuesta esta semana por la vicepresidenta primera sobre la reforma de la Ley Electoral para imponer las listas paritarias a los partidos políticos me parece no sólo contraproducente y la peor de las soluciones sino el mayor disparate de los últimos años para conseguir la igualdad real entre los sexos. No soy feminista, no soy mujer de cuotas y me ofende la paridad por imposición. Jamás aceptaría un empleo por llevar tacones para equilibrar la presencia de corbatas en las mesas de reuniones. ¡Si tuviera la menor sospecha de que una oferta tuviera ese cariz hasta la denunciaría por machista! Resulta obvio que los principios básicos que deben imperar exclusivamente, son la valía y capacidad profesional en la vida laboral, se sea hombre o mujer. Conviene hacer una reflexión algo más profunda más allá de los titulares de prensa. Esta no es sino la medida más machista y ofensiva para la mujer en muchos años. Es importante que se rectifique a tiempo porque conseguiría además el efecto radicalmente contrario al pretendido. De llegar a aprobarse la reforma obligando a los partidos políticos por ley a las listas paritarias, sobre cada una de las mujeres de cada una de las formaciones políticas pesaría la duda de si está allí por su valía o por el género al que pertenece. Un lastre que no se quitarían nunca porque ¿cuáles de entre todas ellas serían las que hubo que meter con calzador por mera cuestión de cuotas? ¿Cómo podrán demostrar que no hubo relleno, sino que ellas son naturalmente más inteligentes, trabajadoras y mejores políticas que sus compañeros que quedaron fuera de las listas? Esa duda, que ahora nadie tiene, perseguiría como un fantasma a todas y cada una de las mujeres de la política en el futuro.
 
Veamos lo ocurrido recientemente. ¿Se acuerdan los lectores de que cuando José Luis Rodríguez Zapatero fue conformando su Gobierno a base de filtraciones periodísticas, esas mismas filtraciones –nunca desmentidas– resaltaron incluso desde el mismísimo diario El País que el líder socialista estaba encontrando serios problemas para la composición de los miembros del Gabinete porque quería un gobierno paritario? Zapatero buscó y buscó, se dijo, y finalmente las encontró. Un total de ocho mujeres forman el primer Gabinete paritario de la historia de España. Fantástico. Siempre que no haya sombra de duda de que ninguna de ellas lleva la cartera por aplicación de la discriminación positiva. Eso sería terrible. El Gobierno paritario debería ser natural, no buscado ni forzado y si no hay paridad y predomina un género sobre otro es exactamente lo mismo.
 
Por cierto, ¿por qué ahora ya a nadie se le ha ocurrido hablar de mujeres florero? Vive el cielo que no lo deseo ni lo pienso. Pero me sorprende que cuando José María Aznar designó a las primeras presidentas del Congreso y del Senado también de la historia, se escribieron ríos de tinta y se consumieron largos tiempos en las tertulias radiofónicas sobre el golpe de efecto de tales nombramientos. Se señaló desde múltiples foros y sobre todo desde la entonces oposición, que en definitiva no eran relevantes las carreras ni trayectorias políticas de Luisa Fernanda Rudi y Esperanza Aguirre ya que se trataba de destinos institucionales y por lo tanto de carácter meramente figurativo. Con su buen hacer Rudi y Aguirre dejaron en evidencia a quienes tan demagógicamente las cuestionaron.
 
Afortunadamente, España goza de la igualdad legal desde hace muchos años pero no existe la igualdad real. Hemos andado un trecho ya, por eso la vicepresidenta del Gobierno debe rectificar y retirar la paridad obligatoria. El desaguisado para todas las mujeres, de aprobarse las listas paritarias, puede ser monumental. Además ¿en razón de que, las mujeres que somos más y estamos cada día más preparadas debemos renunciar a ser por ejemplo mayoría en un futuro Gobierno o en unas hipotéticas listas electorales?
 

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